Opinión | Colaboración
Reguetón y Taylor Swift
En gustos musicales estoy en la frontera de la ignorancia absoluta
No me gusta el reguetón, no puedo soportarlo. Lo he sufrido en las fiestas de todos los pueblos, en las celebraciones de Nochebuena de bares y ayuntamientos, en el móvil de mi hijo. Lo sufro en alguna clase en el gimnasio, e incluso he llegado a pensar que mis problemas de coordinación se deben a que no quiero seguir su ritmo. La excusa se me pasa enseguida en cuanto cambian la música, y tampoco soy capaz de seguir a Alejandro Sanz. Puede que ese no sea el problema, pero a poco que te pares a escuchar las letras, la pierna se dispara sola no en un movimiento guiado sino contra el aparato donde alguien con voz impostada llama bebesita a cualquier mujer y describe con detalle todo lo que va a hacerle, le hace o está dispuesto a hacer.
No me gusta el reguetón, no lo soporto, pero al menos sé de qué se trata, quiénes son los cantantes, qué perlas suelen soltar sobre lo que quieren las mujeres, sobre todo si son cuatro babies o si han bebido. Tampoco me gusta el rap, pero al menos sé diferenciarlo. Y en gustos musicales estoy en la frontera de la ignorancia absoluta y el revival ochentero. Digamos que entre Chimo Bayo (un superviviente), Loco Mía y Miguel Bosé no me quedo con ninguno, pero alguna vez los he bailado como si me fuera en ello la vida misma.
Pero lo que me ha dejado fuera de juego es el fenómeno Taylor Swift. No sus seguidores, ni sus vestimentas ni las horas sin dormir para estar los primeros. Ni siquiera me he espantado lo de llevar pañales para no ir al servicio. Lo que me ha noqueado es que no soy consciente de haber escuchado ninguna de sus canciones. Y mira que en todos mis viajes llevo la radio con música de todo tipo, y que de vez en cuando sigo saliendo aunque sea una vez al año, para que no se diga. He vivido ajena a este fenómeno, y ahora escucho a un público entregado que ha hecho de esta cantante casi una forma de vida. Si el último fenómeno musical del que voy a ser consciente es Maluma o Bad Banny, me va a dar algo, así que aquí me tienen, empapándome de Taylor Swift y de lo que venga después. De shake it off (lo suelto, lo suelto) al espacio en blanco (blank space) donde ella escribirá el nombre de su último chico. No tengo edad ya para embutirme en sus vestidos tan brillantes ni para llevar los labios con un rojo que no se quita ni con disolvente. Pero todo se andará. Cualquier cosa antes de que me vaya de este mundo pensando que lo último más moderno que he escuchado ha sido el reguetón.
- Escritora y profesora
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