Opinión | PARA TÍ, PARA MÍ

Doce campanadas para despedir el año

Busquemos un minuto en esta jornada para dejar caer nuestra mirada en el año que termina, colocando en nuestros labios «gracias» y «perdón»

Hoy, 31 de diciembre, despedimos el año viejo con doce campanadas que resuenan en las entrañas de la humanidad. Nuestra vida, en alas del tiempo, se va resquebrajando poco a poco, se va agrietando. Enormes hendiduras en nuestra vasija nos atraviesan el alma y la ilusión. No es una desgracia que el tiempo pase, el tiempo es la sede de la gracia. No es lamentable que pase el tiempo, es lamentable convertirlo en lamento o en nostalgia. ¡No somos el tiempo! ¡El tiempo es nuestro! Cuando sabemos llenarlo de amor y de pasión, cuando lo rescatamos a fuerza de gratuidad, cuando lo llenamos de ternura y de nombres, el tiempo se nos convierte en «el abrazo de Dios». Busquemos un minuto en esta jornada para dejar caer nuestra mirada en el año que termina, colocando en nuestros labios y en nuestro corazón dos palabras: «gracias» y «perdón». Gracias por tantos dones recibidos, por las metas alcanzadas, por los compromisos cumplidos, por ese «crecimiento» personal que nos ofreció madurez y satisfacción. Y debemos pedir perdón tambien por lo que hicimos mal y, sobre todo, por lo que no hicimos, por los denominados «pecados de omisión», de los que tanto nos habló el cardenal Martini, al darse cuenta, cuando dejó su diócesis de Milán, que no había amado lo suficiente a personas muy cercanas a él. Cada uno podrá escuchar sus propias campanadas, pero he querido seleccionar algunas «voces» de personalidades cualificadas que iluminen nuestros pasos, nos descubran nuevos horizontes y fortifiquen los principios y criterios verdaderos. Primera campanada, la del sacerdote jesuita Julio L. Martínez, de la Universidad Pontificia de Comillas, que nos advierte del «no todo vale», con estas palabras: «No cejemos en reclamar una política decente del bien común, volcada en promover una cultura del diálogo y la concordia que favorecen la comunión en la diversidad; una política de construcción de puentes que comunican justo lo contrario a polarizar la sociedad, controlar las instituciones y sembrar miedos y odios que fácilmente se inflaman». No se pondría condensar mejor la verdadera esencia de la democracia. Segunda campanada, la del gran maestro de periodistas, Luis María Ansón: «Un poeta cordobés, escasamente recordado, Antonio Fernández Grilo, académico de la Real Academia Española, escribió los versos que se han repetido incesantes en tanto hogares junto a la noche de paz, ‘la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más’. ¡Cuidado con ‘paganizar’ la Navidad!». Tercera campanada, la del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández: «Que crezca nuestra solidaridad con los menos favorecidos, porque este Niño ha querido nacer como ellos. Y que la paz reine en el mundo». Cuarta campanada, la de la escritora Susanna Tamaro: «Tendremos que sembrar más palabras, palabras que golpeen, que hieran, que hagan levantar la vista, que puedan convertirse en plantas: la esperanza, el amor, la misericordia». Quinta campanada, la de Jesús Montiel, escritor, que nos ofrece una hermosa definición sobre la vida: «La vida es un copo de nieve sobrevolando un incendio». Bella y débil, capeando tempestades y catástrofes. Sexta campanada, la de un monje de Silos, Fray Rufino de la Cruz, maestro de novicios: «El amor loco de Dios se nos da del todo en este Hijo que nos ha nacido. No nos cansemos de orar por la paz». Séptima campanada, la de Sonsoles Onega, presentadora de Televisión y escritora: «Tengo la íntima satisfacción de no haberme rendido en los momentos difíciles». Octava campanada, la de Laura Vázquez, autora del libro Vivir, viajar, amar: «Yo siempre reivindico la frase de san Agustín: ‘No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita’». Novena campanada, la de Alejandro Fernández Barrajón, religioso mercedario: «Nuestra sociedad vive hoy una esperanza desmotivada, porque sueña horizontes pero no construye realidades». Décima campanada, la de la directora de cine y guionista Paula Ortiz, que realiza un canto de este curioso brindis: «Brindemos por infinitas posibilidades». Una décima campanada, la de Enrique Rojas, psiquiatra: «Uno de los males de este tiempo de ahora es la soledad. Varios países de Europa han creado un ministerio de la soledad».

Finalmente, la duodécima campanada nos la da el papa Francisco, dirigiéndose al mundo entero: «Os ha nacido un Salvador, que es Cristo nuestro Señor. En la Escritura el Príncipe de la Paz se opone al príncipe de este mundo que, sembrando la muerte, actúa contra el Señor, el amante de la vida. Lo vemos en acción en Belén cuando, tras el nacimiento del Salvador, tiene lugar la matanza de los inocentes. Cuántas matanzas de inocentes en el mundo: en el seno materno, en las rutas de los desesperados en busca de esperanza, en la vida de tantos niños cuya infancia es devastada por la guerra. Ellos son los pequeños niños Jesús de hoy». Doce campanas resonarán en las entrañas de la humanidad, despidiendo el año viejo y saludando al año nuevo.

Y el mundo, como vaticinara Antonio Machado, «siempre buscando a Dios entre la niebla...». Y así siempre, buscando.

* Sacerdote y periodista

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