Diario Córdoba

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Miguel Ranchal

Ruido de fondo

La música es como la mancha de mora, pues trata de aliviar el ruido de fondo

Siempre hay que volver a las fuentes. Por ejemplo, a los prodigiosos Monty Python. Ahora que el sarcasmo se torna en contra de las huestes de Netanyahu, convendría versionar aquellas bizantinas y estériles discusiones del Frente Popular de Judea, que pasa por uno de los momentos cumbre de La vida de Brian. Simplemente, se trataría de sustituir aquellos insurrectos semitas que cuestionaban el legado de los romanos, por los más recalcitrantes militantes del Comité de Defensa de la República, que en una masía del Ampurdán planteasen qué les habían aportado los españoles: el Gordo de Navidad, la tortilla de patatas, el AVE, las poesías de Machado, la playa donde llegó el Quijote, el museo Picasso, un cinco jotas ibérico, la Seat --con la boca chica, porque eso fue decisión de quien creía tenerlo todo atado y bien atado--, las dendritas de Ramón y Cajal, las habaneras, el Gavi o el Pedri o el mismo Clásico, Rosario Flores --como hija del Pescaílla--, los charnegos buenos --dudan de José Montilla; incluso Rufián no es cristiano viejo--, la Institución Libre de Enseñanza, la luz de Sorolla, la saeta de Serrat, el chocolate para las monas... hasta que el más débil mentase a la Rosalía, escudándose en que su padre había nacido en el pueblo asturiano de Cudillero. El resto de los miembros del CDR pondrían cara de mala hostia --desahogo también incorporado de los españoles-- porque la cantante es un icono universal cuyo apoyo contribuiría a visibilizar la causa.

Pero he ahí que la hacedora del Motomami ha provocado otro anatema contra el independentismo: en los Grammy ha cantado una composición de ese españolazo de Manuel Alejandro, versionando uno de los mayores éxitos de la más Grande. No es descabellado pensar que alguno de quienes musculan una fobia a lo español soltase alguna lágrima tonadillera al escuchar «Se no rompió el amor». Tampoco faltarían mentes ególatras y calenturientas, entendiendo que la inspiración de aquel desgarro no partía del despecho hacia Rauw Alejandro, sino de un estudiado contraataque sentimental contra la polarización. Si los Grammy hubieran sido previos a la primera sesión de investidura, a lo mejor el vaivén en el Diario de Sesiones no hubiese ido en torno a Ismael Serrano, sino a ese amor roto de tanto usarlo, y en los cambios sufridos en este país desde Rocío Jurado hasta el tras tras de Malamente.

Lo cierto es que mientras Madrid se enrabia con el truchimán de la Moncloa, Sevilla se lleva la celebración de los Grammy. El todo ser, la cúspide de posar en el photo call del artisteo pasaba por la capital hispalense, proyectando una gran imagen de Andalucía urbi et orbi. No he escuchado grandes reproches al hecho de que, para una vez que se elige salir de territorio yanqui, los Grammy Latinos optasen por la otrora Puerta de Indias, el reencuentro y el buen hacer antes que un papanatismo lleno de recelos. Con todas las abismales distancias con el Archivo y la Casa de Contratación, hay un cierto borbolleo que evoca la expansión de aquellos tiempos; el rol de recuperar a la hormiga andaluza endosando a otros territorios el tópico del sesteo de la cigarra. Andalucía es hoy un remanso de estabilidad política frente al penduleo de hartazgo político de la que no es ajena América. En Argentina acaba de ganar Milei, un ultraliberal felicitado por Trump, Bolsonaro y Abascal, y apoyado incluso por el mesurado de Rajoy. Milei ha ganado al legatario de aquella Evita que le paseó a Carmen Polo su abrigo de visón y trajo reses pampeñas para mitigar --eso decía el Nodo-- el hambre de la posguerra. Para que vean la ductilidad del peronismo. La música es como la mancha de mora, pues trata de aliviar el ruido de fondo. Difícil lo tiene en estos tiempos convulsos.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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