Diario Córdoba

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David Márquez

Dame fuego

David Márquez

Apostasía, a medias

Prosigo con, y me confirmo en mi conversión, mi indisoluble comunión con la masa, porque me parece fantástico el modo en que aparezco ahora aquí, entre vosotras, hermanas, en mitad de la pringosa acera, cerveza en mano, cual borrego al abrigo de su rebaño y, por expresarlo cervantinamente: ¡ay, que me place estar así! Porque es el único escenario donde, todo hay que decirlo, aparcáis vuestros infernales no-teléfonos y os entregáis o bien a la conversación vacua, tan necesaria y amena, o bien al simple «estar ahí», actitud más propia del Gestaltismo o su equivalente pasado por alcohol. Y poco peso o ninguno ofrece aquí, en contra de mi tesis, el venenoso escape de autobuses y demás asquerosas máquinas a motor. La cápsula humana en que me solazo resulta en sí y para sí un todo inmune a las influencias externas. Codos en ángulo recto, antebrazos terminados en copa o vaso ancho o botellín emergen en una ola que escapa a las apreciaciones de unos pasajeros de autobús o taxi que no entienden, no asumen dónde puede residir el placer de tragar esa fría cerveza precisamente aquí, en la ubicación en teoría más inapropiada a tal efecto. Sus mentes otorgan más valor al lugar que al hecho en sí, y así, pierden o ni imaginan el sentido cargado de trascendencia vital y espiritual que justifica integrarse en este precioso, improvisado rebañito de bebedores, circunstanciales o crónicos, que cada fin de semana acuden aquí llamados por el calor de los cuerpos y ese no sé qué, qué sé yo. Esto no tiene nombre; hay que declararlo de interés cultural aquí y ahora, hay que... boh, mm... Disculpadme. Creo que voy a... boh, potar.

Y bien. Tras un giro vertiginoso en los acontecimientos y las sensaciones, dejo atrás la efervescentemente etílica bulla, y acojo la presente catarsis, intoxicación mediante, que me conduce inexorablemente a una semi... apostasía, la cual me deja, a la manera de una reconversión, en el punto de partida, de vuelta a mi condición de solitario o, como mucho, socializador a domicilio. Y es que me falta tiempo, amigas, para terminar esta y otras colecciones de palabrejas y así cumplir con mis mandatos en la carrera del pensamiento, la reflexión y la buena vida a cubierto. Pero vosotras seguid ahí, borrachas y solas o acompañadas, haciendo historia, vivificando contenido para mí, queridas, sacrificando vuestros bolsillos por la causa y la masa, la buena marcha del sector hostelero y la necesaria atmósfera de euforia colectiva, como si realmente todo fuera muy bonito y os lo estuvierais pasando fenomenal. ¿Lo estáis?

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