Por mucho que a una le interese estar al día de la actualidad local, nacional e internacional, hay momentos en los que es una necesidad imperante evadirse de todo aquello que disgusta o que no se entiende. Y, actualmente, son muchas las circunstancias de mi país que me producen malestar y que no podría comprender ni aplicando un esfuerzo titánico de empatía. Por ello y por no incurrir en intrusismo alguno, nuevamente voy a intentar centrarme en la gramática, con el objetivo de realizar un ejercicio de evasión a propósito de la palabra «empatía» y otras relacionadas con esta.
En el Diccionario de Lengua Española (DLE) se puede leer que la voz que, en primer lugar, me ocupa procede del griego ‘π’; además, en la primera acepción se indica que este término se refiere a un ‘sentimiento de identificación con algo o alguien’. Así, por ejemplo, podría decirse: ‘Algunos o muchos catalanes, gallegos o vascos no tienen empatía para con España’, es decir, por algún motivo o circunstancia que no alcanzamos a entender quienes hemos crecido en zonas en las que impera un nacionalismo regional compatible con el español, no se identifican con lo que tenemos en común ni, sea esto lo que fuere, con nosotros. La segunda acepción, por su parte, reza que la «empatía» es ‘la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos’. Esta interpretación va más allá de lo que alguien tenga a bien sentir o dejar de sentir, o le hayan enseñado a ello; aquí se habla de no tener o no querer intentar tener siquiera la capacidad de ponerse en el lugar del otro, más allá de los sentimientos. Porque no importa lo que los demás sintamos, nuestro dinero y todo lo que hemos contribuido a construir el bienestar de sus territorios con oleadas de emigrantes, cuyos nietos ahora reniegan de sus orígenes.
A partir de o en relación con la base ‘π’ -‘sentimiento’-, también se formó en griego antiguo el compuesto ‘π’, que vendría a significar algo así como ‘aquel que padece del alma’. Hoy se entiende como tal toda ‘persona que padece psicopatía, en concreto, anomalía psíquica’, y por «psicopatía», ‘anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece’. Recurriendo nuevamente a un ejemplo ilustrativo, le sugiero que ‘si usted no quiere saber si algún dirigente de este país es un psicópata, no vea ni lea las noticias’.
Después de haber alcanzado el clímax de este artículo, urge volver la vista a un término positivo. El adjetivo «simpático» comparte la misma raíz o base griega que los dos términos anteriores. Se dice que aquel a quien se pueda otorgar este calificativo inspira «simpatía», es decir, produce una ‘inclinación afectiva hacia él o ella’, porque su modo de ser o su carácter los hacen ‘atractivos o agradables a los demás’. Llegados a este punto, podría recordar que ‘los andaluces siempre han sido considerados muy simpáticos por los ciudadanos del resto de España’. Pero, ¡cuidado!, incluso los simpáticos y empáticos, y todo cuanto se quiera añadir, un día pueden hartarse de ser los graciosos de la pandilla. Así, ‘Por simpáticos y empáticos, dieron de comer tanto al oso, que este acabó aplastándolos’. Lo he intentado.
* Lingüista