Diario Córdoba

Diario Córdoba

Jose Manuel CuencaToribio

historia en el tiempo

José Manuel Cuenca Toribio

1923, un centenario (4)

La industria y, por ende, el proletariado se articularon como ejes de su política económica

Otro de los perfiles peraltados de la Dictadura astilla la versión más difundida de su andadura. La enérgica actitud modernizadora que la caracterizase entrañaba la apuesta resuelta por un sector económico y social con escasa sintonía con el autoritarismo patriarcal, cuyos rasgos sirvieron a menudo para definirlo. La industria y, por ende, el proletariado se articularon como ejes de su política económica, alejada así de las bases productivas y sociales propias de un régimen tradicional. Aun sin renunciar por entero a la herencia de un conservadurismo de estructura agraria y confesional y deseosa de fomentar el crecimiento de las regiones más atrasadas, el primorriverato no logró ocultar su decidida preferencia por lo sectores y territorios que encabezaban el progreso de la nación. En los de base agraria, merecieron sus favores los entregados a una vasta transformación y capitalización de sus cultivos. De esta manera, La Rioja se distinguió por aquistarse una viva simpatía por parte del mismo dictador, ufano de sus descollantes logros en la comercialización de sus vinos. Aunque en tono menor, igual sucedió en el País Valenciano, a despecho de las protestas de algunas de sus elites por la preterición de sus productos. El rechazo e incluso la represión de las corrientes nacionalistas en Euskadi y Cataluña embarazaron escasamente el cuidado puesto por el régimen en su desarrollo material y equipamiento social. La fortaleza del socialismo vasco fue, sin la menor duda, elemento coadyuvante en dicho cometido, así como el singular celo con el que el segundo hombre del sistema, el general Martínez Anido, privilegiaría al sector sindical más decantado en el Principado por la colaboración con «Madrid», esto es, los «Libres».

La inclinación por un modelo económico que descansaba en el sector secundario determinó otra de las paradojas más llamativas de la Dictadura. Tanto en el campo como, sobre todo, en los núcleos industriales y urbanos su apoyo casi incondicional a la UGT desató la censura de curas y obispos, guías y alentadores de un sindicalismo agrario y profesional, exhibido justamente --muy en particular, el primero-- como prueba de la vitalidad del catolicismo popular. De modo significativo, su máxima afiliación se produjo poco antes de que los famosos Comités Paritarios empezaran a dejar la huella de su intensa labor y de que, paralelamente, la industrialización preconizada por la Dictadura comenzara a ser una realidad visible y positiva.

Dos de los acontecimientos más pandereteados por el régimen muestran el simbolismo de lo antedicho. En setiembre de 1928, el interminable desfile por la madrileña calle de Alcalá de los alcaldes de toda la nación refrendaba la recíproca alianza de la Dictadura con la España tradicional, y de esta con aquella. En mayo del siguiente año, la Exposición Iberoamericana de Sevilla y, aun de forma más específica y diferenciada, la Internacional de Barcelona remataban, espectacularmente, su compromiso sin sombras con la España del porvenir. Empero, a partir de tal momento, como si su destino se hubiere cumplido, la Dictadura se deslizó aceleradamente hacia su incruenta desaparición.

** Catedrático

Compartir el artículo

stats