Sin más perfil que el de un ciudadano que se precie, deseo aportar con firmeza y responsabilidad la voluntad de contribuir al bien común, que no es otro, ahora, que defender un Estado de derecho y libertades garantizado por una ley suprema.
Desde que las tropelías invasoras de Bonaparte por irrumpir en España y los conflictos monárquicos de Fernando VII fueron atajados por la Constitución de Cádiz, es imposible retroceder en los principios del liberalismo: la soberanía reside en el pueblo y los poderes del Estado son independientes.
Ya decía el art 3 de aquella Carta magna, como contundente respuesta del pueblo español a los abusos de poder, que «la soberanía residía esencialmente en la Nación y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales».
Con ese antecedente histórico, vivimos un presente reforzado por el prestigio innegable de las instituciones, que se muestran firmes, abriendo paso a lo que solo es una sombra esperpéntica que asoma con sutil vileza.
La puesta en escena de la jura de la Constitución por la princesa de Asturias, Leonor de Borbón, con su compromiso fundido en la petición de confianza por servir a España, ha sido la imagen inquebrantable de la Marca España, en todas las latitudes del mundo, y un retrato para nuestra historia, desde fenicios y tartesos hasta nuestros días.
Los que alrededor de este acontecimiento generan ruido y protagonismo pronto caerán en el olvido y con ellos, sus andanzas. El mal se ahoga y el bien crece, sin ellos saber medir que en sus batallas se fragua el triunfo y, ante ellas, se levanta con ejemplaridad lo mejor de la sociedad civil, intelectuales, empresarios, profesionales, asociaciones de todo tipo, para defender los grandes valores que dan sentido a las instituciones.
Las entrañas de un país potente, nación de naciones, que defiende principios e ideales éticos permanentes, brillan en vocales del Consejo General del Poder Judicial, en miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y en ciudadanos de todos los rincones de España que alzan la voz para exigir ser representados democráticamente por el proceso de aprobación de las leyes.
En un estado moderno, no cabe el arma de la ignorancia para ganar cabezas porque la defensa de derechos ha generado personas libres y formadas. Es la hora de la unidad y el respeto.
** Licenciada en Derecho. Docente