Diario Córdoba

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Jose Cobos

Santos y difuntos. Una consideración festiva

Casi todas las confesiones realizan celebraciones y ofrecen sacrificios en memoria de los antepasados

A Concha Zafra in memoriam

Alborea noviembre. Un año más recordamos a aquellos santos y beatos que fueron los testigos más autorizados de la esperanza cristiana; de aquellos que, como dice el padre Bergoglio, la vivieron de un modo pleno, entre penas y alborozo, poniendo en práctica las Bienaventuranzas que predicara Jesús y que resuenan aún en la liturgia. Fue Gregorio III quien trasladó a este mes el día en el que se rendía culto a los mártires, la cual un antecesor suyo, el Papa Bonifacio IV, instituyó para el mes de mayo. Posteriormente, Gregorio IV extendió la festividad, dedicada ya a todos los santos (y no solo a los mártires), al conjunto de toda la Iglesia. Noviembre es también la época en la que se acude a los camposantos, se limpian lápidas y panteones, se adornan con flores las tumbas.

Casi todas las confesiones realizan celebraciones y ofrecen sacrificios en memoria de los antepasados. Para los primeros cristianos el día decisivo para sus difuntos no era el de su nacimiento sino el del óbito, ya que la muerte constituía la antesala de la resurrección. El día de Todos los Santos era, por tanto, una jornada alegre. Cuando se proclamó fiesta y la fecha en la que se honraba a los difuntos pasó a ser laborable, las gentes fueron cambiando el día en el que visitaban los cementerios. En la mentalidad de los pueblos siempre ha existido la preocupación por el culto a los muertos, que vagan de un lugar a otro, penando culpas hasta cumplir su purificación. Se trata de una tradición arraigada en Andalucía y que goza de gran atractivo en nuestras poblaciones rurales. Algunas de esas creencias, de carácter precristiano, serían encauzadas por la Iglesia hacia el culto a las ánimas benditas.

En toda la geografía española son muchos los núcleos de población en los que se constata, ya desde comienzos de la Modernidad, la existencia de cofradías de Ánimas cuya finalidad era la de socorrer en su final a los más necesitados, asistir a los entierros o realizar sufragios por sus almas. Tuvieron gran auge con la Contrarreforma, dada la negación que del purgatorio hicieron los protestantes, y aparecen vinculadas a la festividad de los Inocentes. Esta última conmemoración, de finales de diciembre, se conecta pues, ya desde antiguo, con la de los difuntos. Tal vez sea el propio anonimato de las ánimas en pena del purgatorio y el de los inocentes en general (ya fueran niños, débiles o locos) lo que explique esta asociación, que aparece en algunas de las cofradías andaluzas, como en la danza de los locos o las pandas de tontos o de verdiales, de las provincias de Sevilla, Córdoba o Málaga, respectivamente. Es por ello por lo que la fiesta de los Inocentes, organizada por las cofradías de Ánimas, se extendió por casi toda la Península. En no pocos lugares esta celebración se convierte en pretexto para la fiesta, tal y como ocurre en las sierras murcianas, donde se entremezclan aspectos lúdicos y estéticos con la cuestación por las ánimas, y se pone de manifiesto la situación social, el prestigio o el protagonismo de unos ciudadanos ante su propia comunidad. Aunque, en esencia, esta festividad tiene como objeto recaudar dinero o donativos en especie que puedan contribuir al culto de los difuntos más necesitados, bien en el momento del óbito o durante la purificación. En algunas localidades andaluzas esta cuestación se hacía casa por casa; en ella se cantaba con el acompañamiento de instrumentos populares. A veces, tanto letra como música variaban en función de la comarca o provincia en la que tuviera lugar la colecta.

Algunas otras tradiciones de difuntos se mantuvieron también en núcleos rurales de Galicia. En algunos se sale en procesión con estandarte hasta el camposanto, donde el sacerdote recorre las tumbas de los fallecidos del año para rezar un responso, mientras la familia deposita flores. Es lo que acaece en Verín y Villar Dos Santos. En Betanzos (A Coruña) se celebra la Feria de los Santos; en ella el centeno, la cebada y el trigo combinan con el ganado, y se venden las primeras castañas y nueces del año. En Guadalajara, en Alcalá de Zorita, se iluminan las calabazas, lo mismo que en Almonacid de Zorita y en Anchuelo (Madrid). En La Alberca (Salamanca) se sale hasta el cementerio y durante el cortejo se reza el rosario. En Barcelona es tradicional tomar panellets, celebrándose el día de las castañas. Antaño se dejaban en las escaleras por ser el manjar preferido por los difuntos. Allí, al día siguiente, se celebra con juegos y sardanas la fiesta del otoño, en el monasterio de Sant Cugat del Vallés y aledaños. En Valladolid, en Zaratín, el día 2 es el de Ánimas y se celebra la fiesta de la salchicha. Antes se asaban en hogueras; ahora se consumen en casa o en los bares y, a veces, celebran verbena donde se asan.

*Catedrático

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