Diario Córdoba

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Desiderio Vaquerizo

a pie de tierra

Desiderio Vaquerizo

Alimentación y dieta en la Qurtuba islámica (VIII)

Hay documentado un consumo preferencial de ovicápridos, además de alguna oveja vieja

Apenas contamos en Córdoba con excavaciones de época islámica (hábitats o necrópolis) en las que se hayan realizado análisis científicos de paleoambiente (ae-queobotánica, palinología, carpología, antracología, paleofauna, etc.). Más allá del reciente trabajo que ha detectado la presencia en la ciudad de camélidos, destaca por cronología e importancia la intervención realizada en el arrabal emiral de ‘Saqundah’, barrio populoso de viejos ecos hispanorromanos situado al otro lado del río, cuyos habitantes, comerciantes, artesanos y gente de condición humilde, se levantaron en 818 contra los abusos fiscales del poder emiral, desapareciendo en el envite. La represión de al Hakam I fue tan feroz que, tras sofocar la revuelta, mandó deportar a quienes habían sobrevivido, arrasó el caserío hasta sus cimientos y dio orden de que nunca más se instalara allí ser humano. Durante siglos, de hecho, aquel sector de Córdoba sólo se dedicaría a huertas. De ‘Saqundah’ se habían conservado, pues, los ecos histórico-legendarios, pero nada más, hasta que con motivo de la remodelación urbanística de la zona, los arqueólogos del Convenio GMU-UCO pusieron al descubierto sus cimientos: estructuras domésticas, comerciales e industriales organizadas en torno a calles de hasta seis metros de anchura, con técnicas constructivas, tipologías y servicios muy diferentes a los que, siglos más tarde, conformarían los arrabales califales; todo ello bien estudiado por M. T. Casal, que ha creído identificar en ellas el gran zoco de la Qurtuba emiral.

En el marco de tales excavaciones fueron analizados hace algunos años los restos faunísticos de varias fosas basurero de ámbito doméstico y formación rápida (quizás por obedecer a restos de fiestas o celebraciones), asociadas en su mayor parte a la primera fase del arrabal, cuya vida no duró mucho más de 70 años. En una de ellas, la más singular por sus características diferenciales, que hacen dudar a sus excavadores sobre su carácter, fue recuperado el esqueleto de una vaca de seis o siete años de edad, seguramente estabulada y lechera, que pudo morir a consecuencia de una fractura en la tibia derecha. La presencia de algún ovicáprido no sacrificado a pesar de haber sufrido fracturas en alguna de sus patas parece abogar por el carácter doméstico y estabular de los mismos. De confirmarse, vendrían a refrendar la existencia de una cabaña ganadera posiblemente mínima, pero de vocación autosuficiente, incluso en medio urbano.

Los depósitos en cuestión estaban ubicados en patios y documentaron un consumo preferencial de ovicápridos, sacrificados como es habitual mediante degüello, preferentemente añales o carneros además de alguna oveja vieja, perdida sin duda su función reproductora, seguidos por los bóvidos y en tercer lugar las aves -sobre todo gallinas domésticas y gansos que producían carne y huevos, de gran importancia para la ingesta de proteínas y bien documentados en el registro arqueológico-, incluidas algunas palomas, codornices y perdices. También se detectó la presencia, aun cuando poco significativa, de conejo, pescado y moluscos, un perro, un gato, un posible asno -estos últimos sin signos de descuartizamiento ni de haber servido para usos alimentarios-, y, tal vez, un cérvido. Como en otros yacimientos coetáneos son frecuentes las ratas.

‘Saqundah’ fue un arrabal emiral, y para este momento los restos de conejo deben serlo muy probablemente de la modalidad silvestre o de liebre, por cuanto la cría doméstica de este animal no parece probada en Europa hasta el siglo XII. Sin embargo, esto no implica necesariamente origen rural, puesto que debió haberlos (todavía los hay) en las frondas que flanquean ambas márgenes del Guadalquivir a su paso por el entorno de la ciudad. Algunos investigadores sostienen que la carne de conejo no se expendía en los zocos, mientras que para otros su venta era frecuente y masiva. En cualquier caso, conejos y liebres habrían tenido que venderse desollados, porque en caso contrario la carne se estropeaba con mucha rapidez. No es difícil encontrar huellas de tales prácticas en los análisis de arqueofauna practicados en algunos yacimientos andalusíes.

La ausencia de carne de caza en la dieta documentada en ‘Saqundah’ incide en el carácter plenamente urbano del gran arrabal emiral. Llama también la atención la no presencia del cerdo, más aún si tenemos en cuenta el carácter muladí de buena parte de su población; algo que no ocurre en la fase emiral del arrabal de Cercadilla. Su consumo se atribuye por lo general a poblaciones no islámicas. No obstante, a juicio de algunos investigadores cabe dentro de lo posible que determinadas comunidades campesinas de base musulmana pudieran haber comido cerdo sin demasiados problemas de conciencia, dada su facilidad de cría y su extraordinario aprovechamiento. Existen incluso referencias en las fuentes escritas de la época que aluden a la práctica de «matar puercos», y que califican al cerdo como la mejor de las carnes para el consumo humano.

*Catedrático de Arqueología de la UCO 

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