Diario Córdoba

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tribuna abierta

Ana Ruiz Osuna

Santos... y difuntos

El culto a los difuntos ha existido desde tiempos inmemoriales como demuestra la arqueología

Se acerca el Día de Todos los Santos, fecha que habitualmente se confunde y se mezcla con la de los Fieles Difuntos. Son, efectivamente, dos conmemoraciones diferentes, aunque relacionadas, de tradición católica. La primera se lleva a cabo en honor de todos aquellos que ya gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Su origen se remonta a la Roma del siglo IX, cuando el papa Gregorio IV unificó todas las tradiciones existentes en favor de los santos el primer día de noviembre, fecha en la que se daban por terminadas las cosechas. Un siglo después, el abad San Odilón de Cluny llevó a cabo una ceremonia consagrada a los difuntos un 2 de noviembre, con la intención de ayudar a las almas que se encontraban en el Purgatorio, pero no sería hasta el siglo XVI cuando la iglesia asumiría como propia esta festividad, que se extendió a partir de ese momento por todo el occidente.

En realidad, nada nuevo bajo el sol. El cuidado, recuerdo y culto a los difuntos ha existido desde tiempos inmemoriales, tal como demuestran los hallazgos arqueológicos procedentes de todos los rincones del mundo. Los romanos, por ejemplo, acudían a los cementerios con mucha más asiduidad que nosotros, especialmente en el aniversario del nacimiento y la muerte de la persona fallecida, además de una larga serie de fiestas marcadas en el calendario anual (’Parentalia’, ‘Lemuria’ o ‘Rosalia’). Contaban también con una tradición llamada ‘mundus patet’ (mundo abierto), que implicaba que durante determinados momentos del año las puertas del inframundo se abrían para dejar paso a los espíritus del Más Allá. Uno de ellos coincidía con la conclusión de la temporada agrícola, hacia fines de octubre y principios de noviembre, fechas en las que como hemos visto se sitúa la Conmemoración de los Santos y Difuntos (¿casualidad?) y en las que se celebraba también el Año Nuevo Celta (’Samhain’), origen del actual Halloween. Se trata, por tanto, de eventos importantes de cambio, de transición y de inestabilidad, lo que es aprovechado, según distintas culturas, por las fuerzas telúricas para comunicar mundos diferentes, en este caso, el de los vivos y el de los muertos.

En estos días es habitual ver nuestros camposantos más animados que de costumbre, con personas que acuden a adecentar las tumbas de sus familiares y adornarlas con flores. Es época también de ciertos caprichos de repostería como los huesos de santo, buñuelos y gachas, así como de las consabidas representaciones de Don Juan Tenorio. Sin embargo, hablar de la muerte en la actualidad, tratarla de cerca y cotidianizarla se ha convertido en un auténtico tabú, algo sorprendente en una sociedad acostumbrada a la violencia y la sangre a través de los medios de comunicación, el cine, las series de televisión, los videojuegos, etc. Ciertas tradiciones de corte decimonónico, junto con los avances científicos en el ámbito de la salud, han ido alejando la muerte, la enfermedad y la senectud de nuestro día a día, dando lugar a una sesgada interpretación del lema ‘carpe diem’, que insta a aprovechar el presente ante la fugacidad de la vida.

Las I Jornadas de Cultura Funeraria en Andalucía, organizadas por la Cátedra de Turismo y el Grupo de Investigación Sísifo de la UCO, vienen a ofrecernos un conjunto de actividades (coloquios, conciertos, representaciones teatrales, paseos históricos, talleres y visitas) que abarcan el mundo funerario de forma transversal y diacrónica, desde época romana hasta época contemporánea, a lo largo de todo un fin de semana (27-29 de octubre). Bajo el título ‘In memoriam’, pretenden ser un homenaje colectivo a nuestros antepasados y un acercamiento de carácter histórico-artístico al tema funerario, además de una reivindicación de nuestras tradiciones frente a otras de tipo anglosajón (Halloween) y mexicanas (Día de Muertos), de gran éxito entre los más jóvenes, y un reencuentro con uno de nuestros mayores temores. En definitiva, una forma más de conocernos a nosotros mismos y a lo que nos hizo de verdad humanos (en un momento de coyuntura internacional especialmente delicada), y que, más allá del bipedismo, del pulgar prensil y del desarrollo craneal, nos diferencia con creces de otras especies del reino animal: la consciencia sobre la muerte y el trato dado a los difuntos.

*Doctora en Arqueología UCO

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