La realidad virtual no es un invento de hace dos días. Ahora sólo hemos conseguido digitalizarla. Y uno de los objetivos fundamentales de los que manejan el poder es precisamente que estemos más pendientes de ella que de la realidad física o real, la que se mueve aún en el cronos, en el espacio y en el tiempo; la suya, vaya, la de usted desde que se levanta hasta que se acuesta y que, en su globalidad, solo y exclusivamente conoce usted. Esta realidad, la suya, y que sólo conoce usted en su globalidad, no es propiedad de nadie, pero todos quieren alzarse con el trofeo de sentirse sus propietarios. Es lo que llamamos interpretación de la realidad. Pero, atención, están las interpretaciones múltiples de la realidad y la interpretación oficial de la realidad. «Muerte accidental por electrocución sin implicación de terceras personas» es la interpretación de la realidad con la que, quienes manejan los hilos del poder, quieren que todos los ciudadanos agachemos la cabeza y digamos «señor, sí señor». Sobre todo llama la atención desmesuradamente el énfasis que, de suyo, adquiere ese «sin implicación de terceras personas». ¿No les suena, como a mí, una vocecita que dice «oye, que no se te vaya a olvidar lo de poner ¡sin implicación de terceras personas!»? O, igualmente como si se tratase de un escrito convencional redactado de la siguiente manera: Muerte accidental por... sin implicación de terceras personas. Y ya se rellena con lo que corresponda. Tranquilos jerifaltes del poder. A ningún medio de comunicación, de todos cuantos ustedes manejan, se le ha olvidado. Desde el punto A de realidad física (muchacho que vuelve de una fiesta, pierde un tren, se queda sin batería en el móvil) hasta el punto B de realidad física (encuentran el cadáver del muchacho) sólo hay realidad virtual y un discurso que ustedes construyen para que nosotros, los ciudadanos, sigamos como prisioneros en el fondo de la caverna creyendo que la realidad real son las sombras que ustedes nos proyectan sobre la pared del fondo. No me digan que no les suena esto de sus clases de Filosofía. Todavía sigue absolutamente vigente.
La suerte que a ustedes les acompaña es el ruido infernal que existe entre el punto A y el punto B. Por eso no temen a nada. Qué bueno es escabullirse entre la multitud. A ustedes les viene de perlas que las redes sociales hagan un ruido atronador en el que cada cual da su versión de lo que ha ocurrido entre A y B y sólo para obtener las migajas de la mesa donde ya se ha repartido el pan. Con eso se conforman algunos ciudadanos y ciudadanas. Y a ustedes, repito, les viene de maravilla que esto exista, esta guerra de guerrillas en la que unos a otros se despellejen con sus variadas y variopintas versiones de la realidad real mientras que ustedes ofrecen una versión oficial y sólo esperan el silencio, el tiempo en que las fieras estén amansadas, o que se hayan aniquilado unas a otras.
La única realidad física que ahora tienen por delante la madre y el padre de ese muchacho es la de haber perdido a un hijo al que nunca volverán a ver, al que no verán madurar, al que nunca más podrán abrazar ni besar. Esa es la única verdad de esos padres, verdad que no tienen más remedio que aceptar, mientras que la otra verdad, la que ocurrió entre los puntos A y B permanecerá escondida para siempre por muchos y muchas que pujen por adquirir su propiedad. Eso sí, lo que hubiera yo dado, y seguro que muchos de ustedes también y los primeros entre todos, sus propios padres, por haber podido decirle a este joven que desde el punto A y para no llegar al B, la vida, esta puñetera vida, nos ofrece opciones y alternativas positivas donde poder elegir un destino que no sea morir.
*Profesor de Filosofía @AntonioJMialdea