Dice la Real Academia de la Lengua Española que unas de las acepciones de la palabra miopía es «cortedad de alcance o de miras». O dicho de otro modo, conforme al refranero popular, «no hay peor ciego, que el que no quiere ver». Esto es lo que parece que ocurre con el fenómeno migratorio en el Mediterráneo, según pone en cuestión el drama de la isla italiana de Lampedusa. La crisis de los refugiados resulta insostenible, y es lógico pensar que una isla con algo más de 6.400 habitantes no puede albergar a los más de 10.000 refugiados que llegaron en 72 horas hace unos días, que se suman a quienes lo continúan haciendo después, con un centro de acogida de apenas 400 personas. Y Lampedusa no es una excepción.
El repunte es notable, con 124.000 llegadas en patera a las costas italianas en un año, que suponen el doble del año anterior y el triple de 2021. No todos llegan, en la fosa del Mediterráneo central se estiman en casi 3.000 las muertes sólo en lo que llevamos de año. Una sangría que sonroja cualquier conciencia. La Unión Europea ha desarrollado una política errática hasta ahora, mirándose el ombligo de sus socios comunitarios y sin levantar la vista a lo que ocurre en el mundo. Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, promete más vigilancia en las fronteras exteriores, lo que sirve de poco. Como tampoco soluciona el pagar a los gobiernos de los países fronterizos africanos grandes cantidades para que retengan a quienes, viniendo de otros países africanos o asiáticos, quieren llegar a Europa.
Es verdad que hay que luchar contra las mafias que se enriquecen con la desgracia humana. Pero ellas no son la causa, sino un instrumento para llegar a nuestro territorio. La miopía está en querer dar respuesta sólo a la mitad de la situación, sin querer analizar las causas de esa migración, que irá en aumento irreversiblemente. No tiene sentido que la esperanza media de vida en países como Mozambique sea de 41 años, o que la media de edad de la población en Uganda tenga 16 años, con unos niveles de natalidad que multiplican los europeos, y con unas diferencias de renta brutales.
Europa está pagando el error histórico de vivir de espaldas a África, de la que sólo le interesa expoliar sus recursos naturales al menor coste. Una colonización de multinacionales y fondos de inversión cuyos presupuestos son mucho más altos que bastantes de estos países. Esto no se arregla pagando a los países fronterizos africanos para que hagan de contención y «poli malo» ni construyendo muros, ni levantando más altas las alambradas. Las soluciones no son simples, pero ya Naciones Unidas aprobó en la cumbre de Marrakech en diciembre de 2018 un Pacto Mundial para las Migraciones que se atragantó en Estados Unidos y Europa, pero que puso los raíles por donde debe avanzar este tema en el futuro.
Hoy existen en el mundo más de 22 corredores migratorios, que cuando se tapona uno surgen otros. Hay casi 3 millones de personas de diversos países iberoamericanos esperando entrar en Estados Unidos por su frontera sur. Sin olvidar que el continente que más inmigrantes tiene es Asia, lo que muchos ignoran. En este contexto de confusión y desorientación internacional, Córdoba debería reivindicarse y podría ser un foco de luz y diálogo, de propuesta en la convivencia de culturas diversas, a través de herramientas permanentes que contaran con el apoyo de las diversas administraciones, agentes sociales y universidades, donde se dieran cita pensadores, diplomáticos y responsables públicos para poner sentido y orden ante la situación dramática que vivimos.
* * Abogado y Mediador