Ayer me regalaron un manojo de perejil. Un señor manojo que pesó 800 gramos en la báscula de mi cocina. Ustedes no se pueden imaginar el espacio que ocupan 800 gramos de perejil, acostumbrados como estamos a que nos lo den con cuentagotas en la pescadería o a comprarlo pulcramente envasado en cantidades muy inferiores a los 100 gramos. Como, además, es bastante perecedero casi siempre lo estamos echando de menos, porque evidentemente, realza cualquier plato en el que participe, desde los asados suaves hasta las salsas más picantes, ya que nunca disfraza el sabor, sino que lo resalta, dando a los alimentos que acompaña un aspecto más agradable y apetitoso. Aunque a los mitológicos caballos de la diosa Hera los llevaban a pastar en campos de perejil para que se convirtieran en espíritus errantes, y los invitados a los banquetes griegos eran coronados con él para infundirles serenidad y buen apetito, no comenzó a utilizarse como condimento alimenticio hasta el reinado de Carlomagno. Anteriormente sí que se usó como cataplasma para las picaduras de insectos y parásitos y como digestivo y diurético.
El perejil no es una hierba intrascendente y así lo reconocemos en nuestro lenguaje coloquial cuando lo usamos para describir situaciones ajenas a lo culinario; por ejemplo, cuando alguien va esmeradamente arreglado, se dice que va emperejilado; incluso, si va demasiado adornado, se critica el exceso diciendo que se ha puesto todos los perejiles. También lo utilizamos para describir los títulos y dignidades que condecoran a una persona, cuando decimos que fulano, mengano, zutano o perengano tienen muchos perejiles o cuando aludimos a la dificultad de un asunto. Y, despectivamente, para referirnos a las personas que poseen la facultad de figurar, aparecer en todas partes y entrometerse en todo, decimos que quieren ser el perejil de todas las salsas.
Volviendo al extraordinario manojo que tengo ante mí y reconociéndole sus numerosas virtudes culinarias --aroma agradable y sabor ligeramente picante, aliados de cualquier composición-- tendré que aplicar diferentes métodos para conservarlo. Resiste bien la congelación o picado en aceite o en recipiente de cristal hermético forrado con papel de cocina que absorba la humedad... Y desde luego, me propongo, a mi vez, regalar gran parte de él. Total, que mi problema ahora no es pedir o comprar perejil, sino repartirlo.
*Escritora. Académica