Eso de que los extremos y los polos opuestos se atraen parece que va a ser cosa solo de la carga eléctrica. En lo que se refiere a la personalidad de los dos miembros de una pareja, un estudio científico viene a concluir que es más cierto el refrán «Dios los cría y ellos se juntan». Esa es la conclusión de un amplio estudio llevado a cabo por la Universidad de Colorado Boulder en el que se han analizado 130 rasgos en millones de parejas durante más de un siglo.
El estudio, publicado a final de agosto en la revista ‘Nature Human Behaviour’, revela que alrededor del 85% de los rasgos analizados, que van desde multitud de rasgos físicos y psicológicos, desde las inclinaciones políticas hasta la edad de la primera relación sexual y el hábito de consumo de drogas, las parejas tenían más probabilidades de ser parecidas y compartir gustos y comportamientos similares. De forma excepcional, en solo el 3% de los rasgos, los individuos tendieron a emparejarse con alguien diferente.
Para esta publicación, los autores hicieron lo que se conoce como metaanálisis, un análisis de otros estudios realizados con anterioridad, cuyos resultados combinaron con sus propios resultados originales. Para el metaanálisis, analizaron 22 rasgos en 199 estudios, desde el año 1903, en los que se incluyen millones de parejas con diferente grado de compromiso y relación, noviazgo, convivencia o matrimonio con o sin hijos. Además, utilizaron un conjunto de datos llamado Biobanco del Reino Unido para estudiar 133 rasgos, incluidos muchos que rara vez se estudian, en casi 80,000 parejas heterosexuales en el Reino Unido. Un estudio similar con parejas homosexuales está ahora en desarrollo y aún no se tienen resultados.
En ambos análisis, rasgos como las actitudes políticas y religiosas, el nivel de educación y ciertos indicadores relacionados con el coeficiente intelectual, mostraron correlaciones particularmente altas. El rasgo por el cual las parejas tenían más probabilidades de ser similares era, como era de esperar, el año de nacimiento. Pero incluso los rasgos rara vez estudiados, como cuántas parejas sexuales había tenido una persona o si habían sido amamantados cuando eran niños, mostraron cierta correlación. También se encontraron altas correlaciones en el uso de drogas y otros hábitos similares: los grandes fumadores, no fumadores, bebedores empedernidos y abstemios tienden a asociarse con aquellos con hábitos similares. Mientras tanto, rasgos como la altura y el peso, las condiciones médicas y los rasgos de personalidad mostraron correlaciones mucho más bajas, pero aún positivas. Para algunos rasgos, como la extroversión, no se encontró una correlación significativa: ni a los extrovertidos ni a los introvertidos les importa demasiado si su pareja es igual que ellos.
Además de arrojar luz sobre esas fuerzas ocultas que pueden estar moldeando las relaciones humanas, los resultados de este estudio tienen implicaciones importantes para la investigación en el campo de la genética. Según Matt Keller, uno de los responsables del trabajo, en los estudios genéticos se tiende a asumir que el apareamiento humano es aleatorio, mientras que este estudio sugiere que el apareamiento puede que sea selectivo entre individuos que comparten ciertos rasgos. Esta selectividad en el apareamiento puede tener importantes consecuencias. Por ejemplo, si las personas bajas tienden a aparearse con personas bajas y las altas con las altas, podría haber más personas en los extremos de altura en la próxima generación. Lo mismo ocurre con los rasgos psiquiátricos, médicos u otros. Este fenómeno, a largo plazo, podría ser responsable de la aparición de una mayor heterogeneidad entre grupos y el desarrollo de importantes brechas sociales.
Será interesante llegar a comprender los fundamentos biológicos de esta tendencia a juntarse entre iguales. Y también deberíamos tener en cuenta esta realidad cuando se plantean cuestiones relacionadas con la gestión política de las relaciones sociales.
* Profesor de la UCO