Diario Córdoba

Diario Córdoba

Miguel Donate Salcedo

CALIGRAFÍA

Miguel Donate Salcedo

No saber inglés

En una rueda de prensa, hace un par de días, una periodista preguntó, en inglés, a la excelentísima señora ministra Yolanda Díaz sobre el caso Rubiales, que parece ser el único caso de interés nacional o internacional en España y ya se ve que, acabe como acabe, para España va a acabar mal. La ministra cayó en un inusual silencio, y no pudo contestar en ningún idioma hasta que (suponemos que un periodista asistente) alguien tradujo (muy libremente) para ella la pregunta, respondiéndola entonces en español. La periodista indicó desde el principio que ella iba a hacer la pregunta en inglés, pero que la respuesta podía ser en inglés o en español. Un detalle: el acento de la periodista carecía por completo de oscuridad.

Es muy difícil hablar inglés bien. Es difícil hablarlo regular y es difícil hablarlo hasta mal. Parto de la premisa de que la periodista no tendría que haber preguntado en inglés, sino en español. ¿No se supone que una periodista enviada al extranjero debe hablar el idioma de la persona a la que va a preguntar, sobre todo a una ministra? Parto de que se pide más formación, y se nota a veces, para cualquier trabajo que para ser político. Y parto de que siendo enriquecedor hablar un segundo idioma, en España tenemos obsesión por exigirlo cuando no hace ninguna falta.

Se pide en oposiciones, se pide a los estudiantes universitarios para graduarse aunque no sepan una palabra de su propia disciplina en inglés, ni se entienda por qué para graduarse en derecho o matemáticas o historia o biología haya que hablar inglés. Se pide por pedir, porque en la apabullante mayoría de casos al que se le ha pedido no lo volverá a utilizar, y hará bien, porque se pide realmente por cubrir el expediente, sin ningún interés en que se hable de verdad. Consecuentemente, el nivel se certifica por mil caminos que no certifican nada, y nos empeñamos en infumables introducciones en inglés en los artículos académicos, bilingüismos un poquito de pastel y funcionarios públicos, con su inglés certificado y aprobado, que empiezan a sudar fríamente en cuanto tienen que hacer uso. Sucede también que hay gente que se maneja por escrito con un idioma extranjero, pero no lo habla o no lo entiende al oírlo. Pasa y es fácil que pase. Hay trabajos que requieren inglés y otros que no, y trabajos que pueden hacerse si se habla inglés, y otros que no. Se puede ser ministra perfectamente sin hablar inglés, y serlo bien, pero se ha puesto de moda en España criticar en unos y otros que no se sepa inglés. Un diplomático tiene que hablar inglés perfectamente. Un ministro, en general, no. Esto de usar el hablar inglés o no como arma arrojadiza va a acabar siendo como la gente que dice que ha leído el libro que no ha leído y critica a los demás porque no se lo han leído. Una pedantería y una erudición a la violeta.

Sirve el inglés para acceder a los depósitos de arte y cultura más gigantescos, pensar mejor y tener más oportunidades. Para ser ministra, no, aunque habría dado lustre.

 ** Abogado

Compartir el artículo

stats