Diario Córdoba

Diario Córdoba

Marian Rosado

la mirilla

Marian Rosado

El silencio de los lobos

El baboso de turno caerá, antes o después, pero todos los que estaban con él siguen

Una manada de lobos es un grupo organizado de acuerdo a una estricta jerarquía social. Esa jerarquía no se cuestiona, no se debate, entra dentro de su naturaleza, de lo dado. Siempre ha sido así.

En esa suerte de determinismo biológico nos han hecho crecer a todas las mujeres. A todas, sin excepción. Con ese concepto de género con el que se nos impone lo que podemos o no hacer, lo que es correcto para nosotras, lo que nos corresponde o no.

Ya en la escuela, las niñas jugábamos a las ‘palmitas’ en una esquina del patio mientras los niños ocupaban la mayor parte del espacio con sus partidos de fútbol. Nosotras debíamos tener atención en ellos también por si nos caía algún balonazo. A mí, las ‘palmitas’ me aburrían sobremanera tanto como sus cancioncillas y repetidas coreografías. Por otro lado, tampoco es que estuviera deseando jugar al balompié. Una, por sus características físicas, era torpe para correr y controlar el balón con las piernas a la vez, así que prefería el baloncesto aunque no tuviera tanta popularidad.

Lo que sí me gustaba era ir los domingos a un Francisco de la Hera que bullía en los tiempos dorados del Extremadura. No tanto por el deporte en sí, sino por el tiempo en familia, el ambiente, las pipas o los descansos con canciones de Mónica Naranjo sonando (sí, esa es una banda sonora que nunca podría olvidar). Yo veía que esos ‘jabatos’ despertaban la admiración de todo el mundo y me maravillaba, a la vez que algo en mí resonaba pensando dónde estarían las ‘jabatas’. En esos años, que eran mi paso de la infancia a la preadolescencia, crecía mi entendimiento a la misma velocidad que el equipo local descendía a los infiernos. Recuerdo también un cántico de los aficionados --este masculino es preciso, no genérico-- de entonces: «Qué buena está, la novia de Morán» se coreaba, si no recuerdo mal. Así que, mientras ‘los jabatos’ jugaban al fútbol, eran los actores, el único rastro de ‘jabata’ era un cántico dirigido a los atributos de la pareja de uno de los jugadores. Son de esas cosas que se te quedan por alguna razón en la memoria y que hasta años después no procesas.

La niña sigue creciendo y esos atributos, mejores o peores, pasan a ser cuestión fundamental en el trato que se le dará, ya se presuponga más guapa o más fea. Dirán que ‘no todos los hombres’, pero firmo que a todas las mujeres nos ha tocado lidiar con un baboso, con un tocón, con el típico al que le gusta arrimar cebolleta ante el silencio o incluso las chanzas del resto. Y a ti, que se te ha enseñado desde niña, cuando jugabas a las ‘palmitas’, que no molestes, que seas dulce, que no vayas a decir nada, que no seas una exagerada porque no te ha hecho nada, si es que él es así, que no hay mala intención, te toca callar. Entonces, ¿qué haces? Pues media sonrisa, alejarte y olvidarlo. Resignarte a que ese es el orden natural de las cosas, ¿no?. «No me ha gustado pero, ¿qué hago yo?», decía la futbolista de la selección Jenni Hermoso sobre el beso que le plantó el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, después de que las jugadoras ganaran el Mundial el pasado domingo. Estás en el momento más importante de tu carrera y el asqueroso de turno, que resulta ser tu jefe, te hace protagonista involuntaria de la situación más incómoda que se pueda dar delante de millones de personas ante una audiencia global. Un señor que previamente se había tocado los genitales en pleno palco a pesar de estar junto a la Reina y la infanta y que también fue manoseando y besuqueando en la cara a otras jugadoras durante la celebración, como ha trascendido después.

Así que esta semana, en lugar de hablarse de la victoria del combinado español, el protagonista ha sido él, con toda una serie de esperpentos cuyo colofón tuvo lugar el viernes. En su discurso, negó la mayor, se victimizó, usó a sus hijas como escudo, nos explicó a las mujeres lo que es el feminismo «verdadero», quiso hacer del tema una cuestión ideológica señalando a determinadas políticas, sentó cátedra sobre el masculino genérico y puso sus partes sobre la mesa --esas que se tocaba el domingo-- para decir que no dimite y ofrecer un súper contrato al entrenador, su segundo de a bordo, otro que tal baila. Y lo peor no fue eso, sino una sala abarrotada que lo jaleó y le aplaudió. Él, el líder, poniéndose en el altar. El resto, la manada, que todos estos años ha callado cuando no le habrá acompañado, aplaudiéndole y jaleándole. El baboso de turno caerá, antes o después, pero todos los que están con él siguen, y seguirán.

* Periodista

Compartir el artículo

stats