Diario Córdoba

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Antonio Gil

PARA TI, PARA MI

Antonio Gil

San Agustín y su feria de Hinojosa

Agustín se encontró con el amor de Dios a través del comportamiento de su madre

Hinojosa del Duque vive estos días su feria de San Agustín, cuya fiesta se celebra mañana, 28 de agosto, en el calendario litúrgico de la Iglesia. Se ha dicho de él que ha sido uno de los cerebros más luminosos de la humanidad, aunque pasó su juventud «en plan golfo», ganándose a pulso el titulo de «gran pecador». Pero tuvo la suerte de tener una madre cristiana, Santa Mónica, que, a base de oraciones, muchas lágrimas y un amor incondicional, salvó la vida de su hijo. Tardó muchos años, pero al fin, Agustín se encontró con el amor de Dios a través del comportamiento de su madre. De ella recibió el tesoro de las buenas obras, las sabias enseñanzas, mucha fe y mucho amor. Excelentes pintores han ilustrado su vida recurriendo a una escena apócrifa que, no por serlo, resume y simboliza con menos acierto la insaciable curiosidad y la constante búsqueda de la verdad que caracterizaron al santo africano. En lienzos, tablas y frescos, estos artistas le presentan acompañado por un niño que, valiéndose de una concha, intenta llenar de agua marina un agujero hecho en la arena de la playa. Dicen que San Agustín encontró al chico mientras paseaba junto al mar intentado comprender el misterio de la Trinidad y que, cuando trató sonriente de hacerle ver la inutilidad de sus afanes, el niño repuso: «No ha de ser más difícil llenar de agua este agujero que desentrañar el misterio que bulle en tu cabeza». San Agustín se esforzó en acceder a la salvación por los caminos de la más absoluta racionalidad. Sufrió y se extravió numerosas veces, porque es tarea de titanes acomodar las verdades reveladas a las certezas científicas y matemáticas, y alcanzar la divinidad mediante los saberes enciclopédicos. Y aún es más difícil si se posee un espíritu ardoroso que no ignora los deleites del cuerpo. Además, se había olvidado de la verdadera medicina para adentrarse en el combate de la lucha entre el bien y el mal, que un poeta y filósofo del siglo XX, Georges Bataille, señaló con precisión y acierto: «Si quiero que mi vida tenga un sentido para mí, es preciso que tenga un sentido para los demás». Por naturaleza estamos abiertos al otro, ya sea a la creación, al prójimo o a Dios. Pero una grave enfermedad que infecta también hoy a no pocos adultos es el «autismo» espiritual, que nace del egoísmo o del miedo al otro, y reviste diversas patologías degenerativas, como bien podemos contemplar en nuestro momento presente. San Agustín tardó en aprender que la única medicina es el amor, el encuentro, el diálogo, la apertura. Es preciso, como señalaba el escritor francés, Bataille, que nuestra vida sea expresión de un sentido también para los demás, que sea un signo de luz, que se transforme en sal, en llama, en la ciudad sobre el monte, por usar la célebre imagen del sermón de la Montaña de Cristo. Cuando descubrió esta realidad, San Agustín entonó su himno de arrepentimiento y de amor, que continúa dando la vuelta al mundo: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! / Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas por Ti creadas. / Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti». La personalidad de Agustín de Hipona era de hierro e hicieron falta durísimos yunques para forjarla. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona, por el anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra de Dios, tarea que cumplió con fervor y le valió gran renombre.

Hinojosa del Duque eligió a este Padre de la Iglesia como patrón de su Feria y de sus fiestas. Quizá buscando llenar ese vacío que sienten los pueblos y las gentes, cuando se ha perdido el sentido de la vida. Para San Agustín la palabra «mal» es una ausencia de algo. Y la única forma de alejarse del mal, para el obispo de Hipona, es «llenándose de plenitud». Agustín sugiere que se debe observar el mundo como algo bello. «Aunque el mal exista, subraya, este se atribuye a un bien general mayor que la ausencia del mismo, así como las disonancias musicales pueden hacer más hermosa una melodía». Por eso, la Feria de San Agustín, de Hinojosa, se abre en abanico multicolor, como el que se ha regalado con el Programa de Feria, para que «mayores y pequeños» disfruten de una jornadas, no sólo de descanso, sino de ilusiones, de horizontes nuevos, de metas deslumbrantes, para no caer en el abismo del pesimismo por el que la posmodernidad intenta despeñarnos. La Feria es invitación a la alegría, a la diversión, a las atracciones de la «calle del infierno», a soñar juntos en un pueblo mejor, para lograr un mayor desarrollo y una más feliz convivencia. La Feria de San Agustín nos invita también a acercarnos a su patrón, San Agustín, colocando en nuestros labios sus mismas palabras, con la brisa de una plegaria encendida, dirigida a Dios, Padre de ternuras y bondades: «Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti».

* Sacerdote y periodista

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