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Editorial

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Campeonas pase lo que pase

Hace aún muy poco tiempo el fútbol femenino tenía escasa relevancia. No tanto porque las mujeres no se desempeñaran con destreza y arte sobre el césped, sino más bien por los prejuicios que seguían existiendo sobre si este, como otros tantos empleos, era un terreno destinado en exclusiva a los chicos. De hecho, las niñas que se atrevían a darle patadas al balón en el patio del colegio o en el parque tenían que afrontar burlas e incluso insultos. Seguramente, más de una de las jugadoras de la selección española que este mediodía pelearán ante Inglaterra la final de la Copa del Mundo tuvieron que padecer --quizás las sigan padeciendo-- ese tipo de vejaciones. Es por eso que lo de menos hoy es el resultado del partido --que ojalá ganen las españolas-- porque la hazaña ya la han conseguido. 

Y la han logrado no solo ganando partido tras partido y llegando contra pronóstico a la final del mundial. Lo han hecho también porque gracias precisamente a su entrega, a su profesionalidad, a su fortaleza mental, a la calidad de su fútbol, cualidades a las que han sucumbido hasta los más recalcitrantes comentaristas deportivos, las 23 jugadoras de la selección y todas sus compañeras de los clubes de la Liga F, han hecho un gran servicio al deporte femenino, demostrando que ellas pueden ser tan buenas como ellos, o incluso mejores, siempre que se les dé la oportunidad de demostrarlo. Son sus éxitos deportivos los que sin duda contribuyen a que la sociedad española aprecie esas cualidades en nuestras jugadoras y se vaya depurando de prejuicios arcaicos. 

De hecho, si las televisiones de todo el mundo fueron remisas a pujar por los derechos de transmisión del mundial de fútbol femenino, porque desconfiaban de que los espectadores estuvieran interesados y, por lo tanto, no le veían interés pecuniario, la realidad es que la audiencia ha ido creciendo en la medida en que se han disputado partidos difíciles y reñidos y la selección, con un juego admirable, los ha ido ganando. Ha ocurrido también en otros países. Pero en el nuestro ha llegado al punto de que en muchas ciudades se han instalado pantallas gigantes para seguir la final de este mediodía frente a Inglaterra. Una iniciativa encomiable, que va a desembocar, sin duda, en un seguimiento masivo del partido y en un reconocimiento general del valor de nuestras futbolistas. Ganen hoy o no, recibirán el afecto de una afición que ha ido incrementando su admiración por ellas al mismo ritmo que ellas han marcado con su excelente juego.  

Pero las 23 de la selección y todas sus compañeras futbolistas de todas las categorías han logrado mucho más que eso. Han contribuido también a dar visibilidad a las mujeres en profesiones que hasta hace poco les estaban vetadas, porque se consideraban cosas de hombres, y, por consiguiente, a sus derechos en una sociedad que ya ha avanzado mucho hacia la igualdad de género, pero aún tiene mucho camino que recorrer para alcanzar la igualdad real. Esa, más allá de que hoy deleitarán a la afición con su gran técnica, su dominio del balón, su tenacidad, esa, la de la igualdad, es también su gran gesta. 

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