Diario Córdoba

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Jose Cobos

La fiesta de San Roque y San Roquillo en Sorbas

A San Roque se le recuerda tanto en el centro como en el suburbio de los alfareros

Situada a medio camino entre Vera y Tabernas, la villa almeriense de Sorbas alberga, junto a las tierras de secano, uno de los conjuntos kársticos en yeso más destacados del Viejo Continente. A mediados de agosto las calles de esta localidad se engalanan de un modo especial en honor a San Roque. Este santo es venerado por sus habitantes en la iglesia parroquial de Santa María. Pero además, bajo esta misma advocación, se ubica en el barrio de La Cantarería una ermita de los siglos XVIII-XIX que contiene una figura del santo patrón de tamaño más reducido a la que todos conocen como «San Roquillo». Las celebraciones en honor al santo constituyen el acontecimiento más gratificante y dotado de mayor simbolismo de cuantos se dan en la villa, que por unos días huele a pólvora y se llena de pan; durante ellas, en un ritual de segmentación más que de integración, se parte el pueblo en dos mitades. Es precisamente la figura del santo a la que todos veneran como patrono la que se transforma, de manera no consciente, en símbolo de discrepancia y de comparación: la que existe entre el barrio alto, que acoge a las capas más acomodadas del lugar y el bajo, que representa al mundo obrero. En el primero al canonizado lo sacan a hombros, mientras que en el segundo lo portan en andas, con una sonora pirotecnia como fondo con la que se manifiesta de un modo ruidoso que no se desea ser menos que el otro.

Participan así sus habitantes con entusiasmo, en cada una de las dos barriadas, en la celebración propia, mostrándose más pasivos cuando se trata de festejar la festividad del otro arrabal. A San Roque se le recuerda tanto en el centro como en el suburbio de los alfareros, aunque en días diferentes. Los del centro, el 16; y los de La Cantarería, al siguiente, siendo ésta última fiesta la que es conocida como la de «San Roquillo». Ambas celebraciones se asemejan bastante, si bien la de La Cantarería se manifiesta de forma más ruidosa, si nos guiamos por el gran número de cohetes y petardos que, como «mandas» o «promesas», arden durante el desfile del patrón.

La festividad que, en honor del santo, se celebra en el centro, comienza con una misa, tras la cual la imagen es sacada en procesión. Son los más jóvenes quienes protagonizan el cortejo. Para ello se agrupan en peñas que carecen de una estructura estable. Estas, creadas para la ocasión, se componen casi siempre de dos o tres individuos cuyo único vínculo es el de la amistad: la fiesta es el cauce por el que se forja entre ellos una relación, y el medio por el que la comunidad les reconoce como individuos. Esto explica que durante el cortejo demuestren su valía recogiendo las roscas que se lanzan desde los balcones al paso de San Roque. Para ello se agrupan junto al icono, no solo para llevarlo, sino también para recoger cuantas «mandas» sean arrojadas al santo. Sus devotos las habrán ido dedicando a lo largo del año de acuerdo con sus intenciones, con el propósito de que se materialicen durante el desfile. Lo más corriente es que, por cada petición al patrono, se le arroje en forma de rosquillas el equivalente a una arroba de pan. Así, la procesión se transforma en ritual, en una competición por ver quiénes recogen para su peña mayor número de roscas, las cuales insertan entre sus brazos o en cuerdas, para que se visualice de ese modo la rivalidad que existe entre ellos. Al final, la panda ganadora será la que mayor número de roscas consiga. Con ellas se organizan meriendas, aunque siempre hay grupos que se las quedan como recuerdo de su participación.

Durante la celebración destaca también el gran número de cohetes y tracas que explotan a modo de «mandas y promesas». Este elemento revela el carácter religioso de la fiesta. Mediante tales manifestaciones cada participante renueva sus vínculos de pertenencia a una de las mitades en la que Sorbas queda dividido en estos días del estío. Simbólicamente se observa la confrontación entre ambas mitades o barrios, la cual pone de manifiesto la estructura social de la villa. En las dos conmemoraciones se cumple con el ritual, y las gentes participan de la informal estructura de sus peñas. El ritual igualitario y la utilización del mismo icono facilita el que, mediante este ceremonial, los conflictos se atenúen y pierdan parte de sus aristas. Igualmente, la conmemoración se convierte en símbolo de quien, como emigrante, se sigue considerando a sí mismo parte importante de Sorbas.

* Catedrático

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