Diario Córdoba

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Carolina González

El TRIÁNGULO

Carolina González

El caso de Ricky

A veces hay que poner nombres y apellidos a una situación para llamar la atención. No uno, sino muchos. Y el de Ricky es el undécimo, por lo menos. El jugador de baloncesto anunció hace unos días un parón en su carrera, en este caso en su cita con la selección española y el Mundial de Indonesia, Filipinas y Japón. No se anduvo con rodeos ni eufemismos, le daba al botón de pausa por salud mental.

Mucho se ha dicho y escrito desde entonces de su vida personal y familiar, y del momento que atravesaba por una razón u otra. Eso debería darnos igual. Lo importante es que una persona de relevancia pública, un deportista y un referente para muchos niños amantes del baloncesto, anunciaba que dejaba el equipo nacional para dedicarse a sí mismo, a su cuidado personal y a su bienestar emocional.

El base de los Cleveland Cavaliers ya ha atravesado y hecho pública su difícil situación emocional anteriormente. Pérdida de familiares, lesiones y otros altibajos le han llevado a confesar en alguna ocasión un bajón momentáneo en su vida. Ahora no ha revelado cuánto tiempo estará apartado de la cancha, aunque no creo ni que él mismo lo sepa. Estos procesos se sabe cuando empiezan, pero no cuándo acaban.

Otros han pasado por este momento antes. Profesionales de distintos ámbitos: gimnasia artística, natación, fútbol, tenis... Cada vez son más los deportistas que se abren públicamente para advertir de sus dificultades para continuar en la élite. Simone Biles, Michael Phelps, Andrés Iniesta, Naomi Osaka... son otros nombres que han hablado honestamente de depresión, ansiedad o algún otro trastorno que les ha obligado a detener su vida personal y profesional. Nadie es inmune, por mucha fama, dinero y poder que se tenga.

Tras el sincero comunicado de Ricky Rubio, ha habido reacciones que también han llamado la atención y que suelen ser más frecuentes de lo que podemos imaginar. Rudy Fernández, capitán y amigo del base de la selección española, lamentaba no haberse percatado de la situación personal de Rubio. Se mostraba «fastidiado» y se reprochaba no haberse dado cuenta del mal momento que atravesaba su compañero. La impotencia que sobreviene a la sorpresa inicial de aquellos que rodean a alguien que padece un trastorno mental es entendible. Cuántas veces se habrán preguntado familiares, parejas y amigos cómo no se habían dado cuenta de que no estaba bien o estaba más triste de lo habitual.

A ver si este marasmo colectivo, unido al diseño de nuevas áreas, directrices políticas y apuestas legislativas, da la solución a esta problemática, se convierte en prioridad para todos. También con mayúsculas.

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