Hawái-Bombay son dos paraísos», cantaba Mecano allá por los años ochenta y desde entonces solo con escuchar la palabra Hawái soñabas con islas paradisiacas, cuya capital Honolulu era como el eco de una ola acercándose a la orilla en el Océano Pacífico. Desgraciadamente estos días, inmersos en España ante una nueva ola de calor, hemos visto cómo las llamas han arrasado la ciudad de Lahaina, en la isla de Maui en el paradisiaco Hawái. Las imágenes han sido dantescas y parecían producto de un largometraje de esos que incluye todo tipo de desastres y donde la destrucción se impone arrasándolo todo, tal y como lo estaba haciendo el fuego en esta ciudad que ahora solo es fantasma de lo que un día fue.
Las noticias hablan de varias decenas de personas muertas a las que el fuego acorraló sin permitirles huir de sus viviendas y también surge el rumor de que las autoridades no actuaron con celeridad al desalojar a los vecinos en las zonas más afectadas por los incendios que han asolado la isla de Maui, convertida en cenizas la ciudad de Lahaina y a sus vecinos despojados de sus vidas y de sus recuerdos.
Puede que todos los astros se pusieran de acuerdo para que el incendio adquiriera la condición de un monstruo de fuego imparable y depredador y también puede que, castigando como hemos castigado al planeta, cada día los desastres naturales serán más dañinos, más extremos y más mortales. Basta ver el fuego comiéndose Grecia o el agua anegando parte del continente asiático, mientras aquí se suceden las olas de calor, cada cual más intensa. Y entre tanto algunos siguen jugando a negar el cambio climático en una extraña conjunción que niega las evidencias y nos pone en peligro a todos, porque no es cuestionable que el Ártico se deshiela al tiempo que las reservas hídricas son más y más bajas, como tampoco lo es que cada verano superemos los máximos históricos y encadenemos más noches tropicales en las que dormir se convierte en una actividad de riesgo.
No sé cuáles son las razones del negacionismo climático cuando las evidencias nos auguran un futuro siniestro que nos va desertizando y nos acabará convirtiendo en rehenes de nuestras peores pesadillas y como en Lahaina haremos cenizas lo que un día fue vida y convertiremos nuestras propias viviendas en el mejor ataúd, ahora que algunos siguen teniendo como asesor a ese primo que un día negó el cambio climático con humor y mucha sorna.
*Periodista y escritora