La centralidad

El camino más rápido hacia los populismos es deslegitimar un resultado electoral. Se empieza despreciando los criterios de la mayoría y se acaba viviendo sin criterio, que es abolir cualquier seguridad jurídica. A uno puede gustarle o no lo que las urnas digan, pero la vida es esto: hacer lo que se puede, con lo que se tiene. El resto es el asalto a unos cielos difusos que suele terminar con la poltrona de sus predicadores. Porque, a diferencia del amor, donde uno siempre puede coger su carretera y adelante, en política hay que entenderse y funcionar más con lo que se tiene que con lo que querríamos tener. Pienso en el teatro de Buero Vallejo y en cómo creó el posibilismo: la metáfora ardiente sobre los escenarios que después trascendía hacia la escena ética de la dictadura, o decir lo que se quería, con lo que se podía. Posibilismo: estas elecciones arrojan, aunque no quiera verse, un resultado de centralidad. Dos partidos mayoritarios, uno más progresista y otro conservador, encarnan inquietudes con un voto más amplio. Tenemos un sistema electoral que inclina el pulso de las minorías sobre las mayorías. Y una forma indirecta de deslegitimar las elecciones es empeñarse en gobernar con ellas, en lugar de con el otro más votado. Los extremos casi se han quedado fuera, pero las minorías independentistas pueden resultar definitivas -como siempre- para gobernar. El asunto es que ahora ese independentismo está desmelenado y lo que busca, directamente, su plan para nosotros, es la separación. Un plan individual, claro, porque el secesionismo es egoísta. Pero no puede ser el plan de todos. Sé que no va a ocurrir, pero por una vez estaría bien que nuestro manual de resistencia incluyera el esfuerzo de entenderse de los dos partidos más votados: no imponerse a cualquier precio, sino construir un Gobierno de coalición, con esfuerzo y tesón, con políticas centrales de consenso, y levantar el vuelo del país. Esperemos que acierten y sepan volar alto.

* Escritor

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