Opinión | TRIBUNA ABIERTA
Verano, piel y fotoquímica
La cantidad de horas de luz solar propicia que realicemos un buen número de actividades al aire libre
Esta semana, entre otras cuestiones, ando ocupada haciendo la lista de cosas que meter en la maleta para las vacaciones de verano. La cantidad de horas de luz solar en verano propicia que realicemos un buen número de actividades al aire libre: caminar, ir a la piscina, la playa o la montaña. Es preciso seguir las recomendaciones de los expertos en cuanto a la realización de ejercicio en horas de elevadas temperaturas, mantener la hidratación y proteger nuestra piel de los perjuicios que la radiación solar puede infligirle. A nadie se le escapa a estas alturas la importancia de prevenir el cáncer de piel mediante su protección, ya sea por la disminución real de las horas de exposición en las horas en las que la radiación UVA y UVB (las más perjudiciales) son más potentes; o por el uso de los llamados de forma general «filtros solares». Estos compuestos integran las cremas o lociones denominados «fotoprotectoras», cuya eficacia se caracteriza por el factor de protección solar, más conocido por sus siglas en inglés SPF, que indica por cuántas veces queda multiplicada la resistencia de nuestra piel al sol tras su aplicación. Por ejemplo, una crema de SPF 50, teóricamente multiplica por 50 la resistencia al sol de nuestra piel. No obstante, de forma práctica este tiempo total depende del fototipo de nuestra piel y también de las condiciones ambientales en el momento de aplicación de la crema solar: sudoración, fricción con la ropa, cantidad de crema utilizada, etc., que pueden disminuir su eficacia. Por ello, es importante ser cuidadosos limitando nuestra exposición en las horas más peligrosas a la radiación solar y aplicando estos productos de forma responsable. Todos los filtros y pantallas solares son sustancias químicas que deben ser estables fotoquímica y térmicamente, no alergénicos, absorberse de forma superficial en nuestra piel y ser respetuosos con nuestro cuerpo, además de con el medio ambiente. Según su modo de acción con la luz y el efecto que tienen, pueden clasificarse en tres categorías: 1) físicos, 2) químicos y 3) biológicos.
Los denominados filtros físicos son sustancias químicas que no absorben la luz, sino que la reflejan o dispersan, fenómeno por el que se ha denominado convencionalmente a los cosméticos preparados, cremas o lociones de efecto ‘pantalla’ o fotobloqueantes. Reflejan la radiación de cualquier zona del espectro: ultravioleta, visible o infrarrojo, por lo que una vez se aplican en el cuerpo evitan que la luz incida sobre la piel, minimizando la probabilidad de quemaduras o eritema solar y, también, el bronceado. Los productos de esta categoría incluyen en su composición química dióxido de titanio, óxido de zinc y talco, entre otras sustancias minerales. Están muy indicados en niños menores de un año y medio, pieles alérgicas y reactivas o en pieles con lesiones.
Más amplio en composición química y número es el segundo grupo, el de los filtros químicos, que está integrado por compuestos de la familia de los acrilatos, benzimidazoles, derivados de las benzofenonas y del dibenzoilmetano, salicilatos y ésteres cinamato. Estos compuestos poseen un grupo cromóforo capaz de absorber la radiación solar perjudicial en lugar de que lo haga nuestra piel. Dichos compuestos integran la lista de filtros solares autorizados por la Comisión Europea, y se pueden consultar directamente en la web a través de CosIng, la base de datos de ingredientes cosméticos -Lista de filtros UV permitidos en productos cosméticos, que se encuentra actualizada en tiempo prácticamente real-. Esta base de datos contiene aquellos permitidos para su uso y también las condiciones en que éstos se permiten. Los estudios de su impacto medioambiental y sobre la salud ha propiciado que se haya avanzado en el descubrimiento de compuestos más eficaces y respetuosos en ambos ámbitos.
El tercer y último tipo, los filtros solares biológicos son sustancias antioxidantes, que evitan la formación de radicales libres y entre ellos se encuentran las vitaminas A (betacarotenos), C y E (como acetatos o palmitatos). En muchas ocasiones se utilizan formulaciones mixtas de compuestos del segundo y tercer tipo para preparar fotoprotectores de amplio espectro. En definitiva, se trata de utilizar aquellos compuestos y sustancias químicas, disponibles de forma natural y también sintetizados, que nos ayudan al cuidado responsable de nuestra piel, junto con la exposición responsable al sol.
Les deseo que este verano disfruten o hayan disfrutado de un merecido descanso, siempre con responsabilidad con nuestra salud y con el medio ambiente. No se olviden este verano de la foto(química) en su piel y sigan las recomendaciones de los expertos de la salud.
* Decana de la Facultad de Ciencias
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