Opinión | ESCENARIO

Paseo marítimo

Desde las siete de la mañana e incluso antes de que amanezca, el paseo marítimo Rey de España de Fuengirola se convierte en un hervidero de gente que viene y va. Ignoro si en sus ciudades de origen hacen lo mismo, pero aquí se lo toman muy en serio. Sé que no son de aquí porque en septiembre este fluir cesa casi por completo. Hombres y mujeres -desde la terraza los veo- andan más o menos deprisa, otros y otras corren; hay quienes aprovechan para pasear a los perros. Recorrer los 7 kilómetros que tiene el paseo es un ejercicio magnífico y agradable, sobre todo por la continua y relajante visión del mar, pero cada paseante se incorpora en el lugar que más le conviene según donde resida, y por el mismo motivo, unos caminan hacia el este y otros hacia el oeste.

Muchos lo hacen completo: comienzan en la playa del Castillo y continúan por las de Santa Amalia, San Francisco, El Puerto, Los Boliches, Torreblanca y Las Gaviotas hasta llegar a Carvajal, que es el límite con el término municipal de Benalmádena, y vuelven, o sea, que se meten en el cuerpo 14 kilómetros. Conocí a un hombre que lo hacía por la mañana y por la tarde, era muy mayor y tenía un aspecto tan seco y acartonado que los chiquillos le pusieron el apodo de la Momia. Aquí no se suele llamar a las playas por su nombre oficial, sino por las esculturas que jalonan el paseo marítimo, así que es frecuente oír: Hoy he llegado hasta la peseta, o hasta la Virgen del Carmen o hasta los niños que juegan en la playa o hasta el pescador...

Mientras unos andan arriba y abajo, otros desayunan café con churros o jeringos, ya hablaremos algún día de la diferencia entre unos y otros. Muchos, acompañados por el carrito de la compra, lo que se llama matar dos pájaros de un tiro. Y luego, para cumplir con la programación, todos a las playas -algunos llegan, como máximo, hasta el chiringuito- que con los calores que están haciendo últimamente, se ponen a rebosar desde por la mañana hasta pasada la medianoche. Para variar, aconsejo hacer una excursión a Málaga, por ejemplo, al barrio de Huelin, visitar el Museo del Automóvil y el Museo Ruso, que se ubican dentro del recinto de la antigua Tabacalera, llegarse al mercado, comprar o no, o comer en algún restaurante de por allí. Lo malo es el aparcamiento, pero si no nos importa andar, tenemos la opción del tren de cercanías, bajando en la parada María Zambrano.

* Escritora. Académica

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