Diario Córdoba

Diario Córdoba

Miguel Ranchal

Azulear el verano

El azul es propicio para el verano, lo que hace a los conservadores jugar sibilinamente con ventaja

Uno pertenece a una generación en la que el guateque había quedado muy demodé; donde los zarandeos posjipilondios se habían convertido en una respetable brecha generacional, pese a que algunos siguieran venerando la guitarra quemada de Jimmy Hendrix. Lo nuestro eran las fiestas y la polivalencia de su improvisación, adaptada a los escuálidos bolsillos de la juventud. En esa época se era menos escrupuloso si cabe con el pirateo comercial, y la cuota de alcohol de las fiestuquis se completaba, como en las bodas de Caná, con burdas imitaciones, tirando de la ginebra Lirios y de Mari Trini, un espiritoso que en su grafía no se cortaba en imitar al vermú más famoso del mundo, aunque las niñas pijas paladeasen enseguida el gato encerrado.

Mucho ha llovido desde esos tiempos en los que te traías de Canarias radiocasetes y cartones de tabaco. O no. El furor de la campaña del PP es ‘Verano azul’: un intercambio de mensajes guasapeados, jaleados por el enojo de este coitus interruptus vacacional, con el propósito común de decirle au revoir a Pedro Sánchez, mientras suena esa sintonía que se incrustó en nuestros tuétanos como las cucharadas de Calcio 20. En Bayreuth, el verano cultural alemán se sigue construyendo en torno a la muerte de Sigfrido. Aquí, la tremolina sentimental de los últimos cuarenta años sigue teniendo presente la muerte de Chanquete.

Nada indica que la tonadilla de las bicicletas de Nerja sea una china en las aspiraciones de Feijóo. Pero Televisión Española se resiste a emitir ese spot amparándose en que podría vulnerar la Ley de Marcas, volviendo a los tiempos de los impagables sorbos de Mari Trini. Hasta los herederos de Antonio Mercero han recuperado la voz en off de un enfurruñado Matías Prats (¿pero esto qué es?), aunque también hay partidarios protagónicos de esta campaña, como Tito, el compañero inseparable de Piraña.

Por mucho que se revalorice lo vintage, es arriesgado referenciarse en los años anteriores al debut del Naranjito. Juega a favor de su apuesta que aquella serie conlleva un concordato familiar. Bajo ese caparazón tradicional, ‘Verano azul’ contenía algunos valores transgresores para esa época, lo que presiento es una forma de legitimar sus aspiraciones de resetear el sanchismo. Además, el azul es propicio para el verano, lo que hace a los conservadores jugar sibilinamente con ventaja. ¿Quién niega las bondades de las banderas azules en las playas? Es al rojo al que, en las circunstancias actuales, se le endosa la carga de la prueba, más aún si en un arrebato de visceralidad, se asocia con causas ajenas. El Kremlin está de capa caída y la vida terriblemente literaria de Yevgueni Prigozhin, el líder de la compañía Wagner, está pidiendo a gritos un escritor. El contraataque burdo es recordar que azul fue el color de la División que encabezó Muñoz Grandes. Fuera de la propiedad intelectual, no hay involucionismo al apoyarse en aquella pandilla televisiva que frenó una especulación urbanística para salvar el barco de Chanquete. El problema está en la cohabitación con un partido que zarandea derechos fundamentales y concibe la alternancia como un desquite. Todos hemos girado nuestra atención sobre la tosca tragedia de unos millonarios que querían contemplar el Titanic, más morboso y menos indigesto para nuestros escrúpulos televisivos que los naufragios de migrantes en el Mediterráneo. Lo malo es que la hipocresía de la catarsis del batiscafo vaya acompañada de una declaración de intenciones de ningunear derechos universales, aprovechando ese rebufo favorable a la derecha más extrema que está germinando en muchas naciones europeas, algo más que un péndulo introspectivo frente a la globalización. Hasta ahora, para casi todos, el verano era azul. Quién sabe si la Junta electoral va a solicitar la neutralidad de nuestros recuerdos.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

Compartir el artículo

stats