Opinión | HISTORIA EN EL TIEMPO

Los maestros ya no están y los colegas...

Gran número de catedráticas y catedráticos poseen un ‘cursus honorum’ académico relevante

Habrán de pasar sin duda varias generaciones para que se contemple la pérdida por parte de Italia del cetro de la sensibilidad institucional. No en balde la antigua Roma junto con la Hélade clásica fue la cuna del poder político en su concepción occidental y, para colmo de jerarquías y liderazgos, en ella nació la Iglesia docente, la institución de mayor rango y sabiduría de entre todas las que enmarcaron los derroteros de la civilización mundial. No puede, pues, sorprender mucho que a uno de sus catedráticos actuales más preclaros se atribuya la frase que intitula el presente artículo («Los maestros ya no están y los colegas no dan la talla») y que ha hecho muy fulgurante y extendida fortuna en los medios de la Península italiana hasta convertirse en viral en los círculos académicos, con muy rápida proyección en todos o casi todos los de Europa. No obstante las leves esperanzas despertadas en el ‘alma mater’ del Viejo Continente por el llamado «espíritu de Bolonia», última de las grandes reformas de la Enseñanza Superior a escala europea, sus aires innovadores no tardaron en trocarse en una atmósfera si no tóxica, sí esterilizante. Una coyuntura crucial para el mantenimiento cultural y social de la Universidad del postrer tercio de la centuria pasada se lastró por diferentes motivos, entre los que en España la ausencia de grandes maestros fue tal vez la primordial. Su ejemplo y actividad no encontraron sustitución a la misma escala del envite en la situación antecitada. Nombres en las ramas de Humanidades y Derecho --las menos desconocidas por el abajo firmante-- a la manera de Álvaro D’Ors, José Mª Jover, Agustín García Calvo, A. Fontán Pérez, Sebastián Mariner, J. Gil, M. Fernández Galiano, F. Díaz Moreno, Emilio de Lorenzo, Eduardo García Enterría, A. Millán Puelles, M. Aguilar Navarro, L. Sánchez-Agesta, A. García-Gallo, P. Lombardía, E. Fuentes Quintana, M. Alonso Olea, A. Rojo, J. Valdeón Baruque, J. Fontana Lázaro o G. Céspedes del Castillo ‘et caetera, et caetera’, no dejaron una herencia en los cuadros de la Enseñanza Superior que se viese acrecentada por quienes los reemplazaron en sus respectivas cátedras en los decenios ulteriores a su jubilación o fallecimiento. ‘Nomina sunt odiosa’; y tampoco la estela dejada con su entrega dejó de tener lunares y hasta manchas y huecos como asimismo el panorama dibujado tras su vacío contó con múltiples excepciones. Mas en una caracterización general el cuadro descrito resulta exacto.

Lo es, desde luego, menos respecto al segundo concepto aquí aludido. En todos los ramos del saber humanístico y jurídico hallamos en la más estricta actualidad figuras del máximo relieve. Gran número de catedráticas y catedráticos hodierno en feliz ejercicio en el ‘alma mater’ hispana poseen un ‘cursus honorum’ académico semejante y en algunos casos superior al de los refulgentes maestros referidos. Pero ello admitido con sumo placer, están, como generación, lejos de haber creado un clima de tonificante excelencia, de orgullosa y creativa pertenencia a una institución urgida en la sociedad española y también en gran parte de la europea de un espíritu corporativo alentador, ambicioso y en extremo responsabilizado con un mundo que cambia aceleradamente de bases y por ello rastreador hasta el agotamiento de las raíces genuinas e identitarias de su civilización.

 ** Catedrático

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