Opinión | COSAS

Votar a ‘Gladys’

Votar por esta orca sería americanizar la percepción de lo sensiblero

De las profundidades surge un nombre sospechosamente acaramelado, dispuesto a un brusco giro de guion, como el canon de los buenos culebrones: ‘Gladys’. Este sustantivo evoca a señoronas caraqueñas, de los tiempos en los que el PIB venezolano se acrecentaba con el predominio de sus ‘misses’ y el espectro de Hugo Chávez aún no se había dado cuenta que no era la reencarnación del Libertador. ‘Gladys’ es una orca aunque, a decir verdad, sus blanquísimos dientes blancos recuerdan los collares de perlas de aquellas actrices maduras que añoraban un dueto con el Puma.

‘Gladys’ es una, o quizá sea trina, como el funesto colectivo Artapalo, pero su nombre ya alienta la inquietud de una película de Spielberg. Con contrabajos, chelos, trombones y una tuba John Williams contribuyó a que una generación no reprimiese su fobia a meter un pie en la playa. El tiburón se llevó los miedos, y las orcas una límpida reputación, inteligentes por cebarse con las focas sin hacerle ascos a las grasas saturadas. Este mamífero marino demuestra, para gusto de los cínicos y desilusión de los candorosos, que el rencor es un síntoma de inteligencia. ‘Gladys’ ha empezado a embestir naves de recreo en el Estrecho, y sus rapacerías se han expandido por sónar, alcanzando las costas gallegas y portuguesas. Atacar la quilla o el timón ya ejercita en las amígdalas el canguelo de la banda sonora de ‘Tiburón’.

Mas, ya se sabe, se trata de hacer de la necesidad virtud; y más en este frenesí político que ansía ideas fuerza igual que el agua de los zahoríes. El filón podría ser que ‘Gladys’ ataca a los veleros, a los hijos de Sotogrande y de aquellos que pueden alquilarse un pantalán para los meses de sesteo del yate. Ergo la orca ‘Gladys’ es ecologista, la última esperanza de la izquierda como fue para los cruzados la Sagrada Lanza encontrada en Antioquía. El miedo se convertirá en una causa justa, y sería bueno reponer toda la saga de ‘Liberad a Willy’, más aún si el verdadero nombre de la orca fuese Willy Toledo.

Votar por ‘Gladys’ sería americanizar la percepción de lo sensiblero. Por ahí discurren los amagos de algunas estrategias políticas, lanzando al agua la carnaza del trumpismo para que emerja un tiburón blanco. ¿Qué es lo que falla cuando los indicadores económicos no son apocalípticos? Acaso lo contrario, pues hay razones para sacar pecho respecto a otras economías europeas. Muchos números nos remontan a la prosperidad anterior al dos mil ocho, cual si hubiésemos avistado un mar en bonanza. Pero unos sondeos tan desfavorables para el señor Sánchez quizá se asienten en esa excesiva tributación al tacticismo, el que ha tumbado tantas fichas de dominó y ha mezclado el todo por la parte como los cubiletes de un tahúr. Desconozco si las orcas son apolíticas, pero cazan a sus presas en un ejercicio de colectivización, lo que achica los símiles liberales con esos cetáceos. Tal vez fue el miedo a perder los amplios horizontes de la izquierda lo que en su día impidió un Gobierno de coalición con Ciudadanos. Eso, y tanta altisonancia de egos. Mientras no ataque pateras, ‘Gladys’ podría ser un revulsivo. Pero razón no le falta a Revilla con sus olas, y dos meses pueden ser poco tiempo para protegerse de los estragos de la marea. A partir de finales de julio, la cuestión será entenderse con ‘Gladys’, dejándole su espacio, pero sin alimentar más rencores.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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