Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Los ciudadanos no somos tontos

Pedro Sánchez considera que la debacle del PSOE el 28M fue un castigo «inmerecido e injusto»

Este PSOE de Sánchez ya no tiene remedio. Perdió de forma catastrófica las tres últimas elecciones regionales que precedieron a las nuestras en Andalucía el año pasado. En ninguna de ellas se vio un análisis objetivo, autocrítico, sino la soberbia derivada de ese mesianismo típico de la izquierda populista. En las andaluzas, las explicaciones ofrecidas por el partido fueron las que fueron: inercia para votar al partido de gobierno, desmovilización del electorado socialista, cierto trasvase de votos hacia el PP ante el peligro de Vox; y también el reagrupamiento de la derecha en perjuicio de Ciudadanos.

Todos esos fenómenos pudieron contribuir a la mayoría absoluta de Juanma Moreno. Pero esa no es toda la explicación. Para empezar, la totalidad del voto de Ciudadanos, parte del cual se identifica como de centroizquierda, fue al PP, o sea que el PSOE-A no supo convencer a estos votantes moderados (Sánchez diría que fuimos injustos). En resumidas cuentas, el año pasado el PSOE acabó de perder el centro en Andalucía. Aquí la ciudadanía se manifestó con claridad: un gobierno estable que gobierne para la mayoría, respetuoso con las minorías, no un gobierno construido a toda costa reuniendo intereses, a veces mezquinos, de unas cuantas minorías, incluidas aquellas que públicamente, como los independentistas catalanes y vascos, reconocen que sostienen el Gobierno mientras les conviene a corto plazo. A largo plazo, sin embargo, su proyecto es destruir el Estado.

Después de todas esas catastróficas derrotas, Pedro Sánchez no hizo la menor autocrítica. Defendió que ninguno de esos resultados regionales era extrapolable al conjunto de España, empleando ese manido argumento de que la ciudadanía vota en clave muy diferente en unas municipales, en las autonómicas o en las nacionales.

Estas elecciones municipales y autonómicas han sido un nuevo rapapolvo directo a este PSOE. Y Pedro Sánchez se implicó abiertamente a su manera, a pesar de las objeciones de algunos líderes autonómicos como Page en La Mancha y Lambán en Aragón; ambos, pero sobre todo el primero, han sido bastante críticos al menos de cara a la galería con las políticas de pactos y cesiones del presidente. No sorprende que el único que haya sobrevivido, y solo por los pelos, haya sido Page, el más crítico al menos de boquilla.

Hay algunas reflexiones públicas desde la izquierda, pero la mayoría no son autocríticas. El líder del PSOE andaluz, Juan Espadas, achaca la derrota en Andalucía al éxito de la «estrategia de acoso» a Pedro Sánchez. Lambán ha evitado el debate con un escueto «no ha podido ser». Fernández Vara aún se aferra a querer gobernar Extremadura porque «ha ganado las elecciones». Y la reflexión de Pedro Sánchez es la esperada, conociéndolo como ya lo conocemos. Considera que la debacle del PSOE el 28M fue un castigo «inmerecido e injusto». O sea que la mayoría de los españoles no lo hemos hecho bien porque no hemos comprado sus mensajes y promesas ni aceptamos a sus aliados. Ni un atisbo de autocrítica, arrepentimiento o reconocimiento de su responsabilidad directa. En lugar de asumir como personal ese castigo, nuestro presidente en funciones escurre el bulto: «Ningún líder puede mirar hacia otro lado cuando los suyos reciben un castigo tan inmerecido». Y por eso, movido por la conciencia, nos ha convocado a elecciones para el 23 de julio. Podría haber iniciado un debate profundo en su partido, irse y que el que viniera sometiera su proyecto a la opinión de los españoles.

La única manera en que el PSOE pueda recuperar el centro es volviendo a él con unas propuestas políticas que busquen mayores consensos y quizás un nuevo socio que se configure justo a su izquierda. Y para eso tiene que liberarse antes del yugo de sus mejores amigos. Parece que intentará un distanciamiento con el socio Bildu. Aunque Otegui ya se ha reído de él públicamente: «Creen que la gente es boba. ¡Si llevamos cuatro años haciendo cosas juntos!».

Y aquí hay que darle la razón a éste: los ciudadanos no somos tontos.

* Profesor de la UCO

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