Opinión | LA CAFETERA DE ASPASIA

Botellón

¿Saben ustedes de qué no he escuchado hablar a ningún político en esta larguísima precampaña y campaña electoral que nos invade a todas horas por todos los medios posibles? De la insultante facilidad con la que un menor en España puede comprar alcohol y hartarse de él en mitad de la calle. Cosas que sólo pasan aquí.

En nuestra ciudad ocurre, es un tema local, pero yo no he visto a nadie preocupado ni aportando medidas para proteger a estos chicos y chicas. Para algo somos alegres, divertidos, y nos encanta la fiesta... pues que empiecen los menores a beber ‘como cosacos’... cuanto antes mejor. El negocio manda.

Si ustedes estuvieran rodeados de adolescentes o veinteañeros --no de sus hijos o de los amigos de sus hijos, sino de hornadas de veinteañeros, unos tras otros, año tras año, como estamos en la universidad-- o preguntaran al sufrido profesorado de la etapa de instituto qué cosas ven y escuchan de ellos... se caerían de espaldas al ver la inhumana vulnerabilidad o el desquiciamiento que están sufriendo muchos ya a esa edad. Y no me refiero sólo a cierto deterioro físico, sino a un alarmante deterioro mental. Son jóvenes y sufren, son jóvenes y algunos se medican más que la tercera edad mientras aquí hacemos como que no pasa nada. ¿Cómo es posible? Les hemos dejado solos, les damos redes sociales y botellón para que solucionen sus primeros problemas (normales, por otro lado) al pasar a la edad adulta. ¿Y cuál es la vía más fácil? Emborracharse y hacer como que no pasa nada, que todo va bien, que la felicidad o la calma puede ser cuestión de grados.

¿No los ven por los alrededores de la feria? Claramente menores de edad, como si nada. Me pregunto si los responsables de la seguridad ciudadana miran para otro lado, si no se vigilan establecimientos. Sí, esos pequeños establecimientos donde para nuestros menores es muy fácil, si quieren, comprar alcohol.

Esto de la permisividad con el alcohol no es nuevo en nuestro país. Pero a ello se une ahora que hemos normalizado su híper-sexualización, que hemos dejado que las redes sociales les roben cierta inocencia, les desquicien, les hagan odiar su cuerpo o, simplemente, sentirse unos desgraciados ante el postureo generacional.

Como lema electoral para esto propongo «Un aplausito para todos»... porque nos estamos luciendo.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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