Opinión | ENTRE VISILLOS

Académico Ladis

Nuevo reconocimiento para Ladislao Rodríguez Galán, decano del fotoperiodismo cordobés

La Real Academia de Córdoba, que como organismo muy vivo que es no para de crecer a sus más de 200 años, revitaliza constantemente sus cimientos con nuevas incorporaciones, todas ellas hombres y mujeres con merecimientos sobrados para formar parte de tan destacada institución cultural, aunque algunos más conocidos que otros fuera de sus respectivos ámbitos de acción. En ese sentido, se lleva la palma uno de los fichajes salidos de la última hornada, el fotógrafo Ladislao Rodríguez Galán, más conocido por Ladis; uno de los personajes más populares, si no el que más, que se pasean por la ciudad que lo vio nacer --junto a su mellizo, José Antonio-- un 29 de agosto de 1947, el mismo día que moría Manolete en Linares, como a él, taurino hasta el tuétano, le gusta siempre recordar. Pero no es éste el primer contacto del nuevo correspondiente por Villaharta con la Academia, donde el arte fotográfico estuvo representado primero por el recordado Juan Vacas y en la actualidad lo está también por el fotoperiodista Francisco Sánchez Moreno. No era nada raro hasta ahora ver al decano de los reporteros gráficos cordobeses asistir provisto de su cámara a las sesiones públicas de los jueves --e incluso intervenir en alguna desde la tribuna de oradores-- como a tantas otras citas sociales, pues su vitalidad y omnipresencia no han mermado desde que se jubiló en 2010 de su empleo oficial en la Delegación del Gobierno, que lo que es de la fotografía Ladis avisa que no piensa hacerlo nunca. De su padre, Ladislao Rodríguez Benítez, a cuya memoria de gran captor de imágenes no deja pasar un día sin rendir tributo, Ladis heredó junto al nombre y el incondicional amor a la fotografía el empeño por morir con las botas puestas. Y ahí sigue, haciendo de la cámara un miembro más de su anatomía y con la misma ilusión que cuando, a los 13 años, le regaló una Kodak Retinette su progenitor, un perito mercantil que cambió los números por corresponsalías gráficas de las mejores agencias y periódicos nacionales, luego heredadas y ampliadas por Ladis hijo. Aún conserva aquella vieja máquina entre sus más queridas pertenencias, custodiadas en una vitrina de su casa al lado de otras muchas cámaras que fueron marcando su existencia. Como guarda fresco en el recuerdo el consejo paterno de aquel día en que para él empezó todo: retratar cuanto le salga al paso con el filtro de una sensibilidad periodística, que es captar la esencia de la noticia, de la vida misma, en un momento mágico que lo resume todo.

Desde entonces, este reportero gráfico que lleva la actualidad en la sangre y el sentido estético en la piel se ha movido con la misma comodidad por la prensa escrita, el periodismo institucional y cuanto se pusiera a tiro del objetivo, mientras se paseaba por Córdoba saludando a diestra y siniestra, siempre con un chiste o una anécdota hilarante bajo el brazo. A lo largo de más de sesenta años de ejercicio profesional --aunque para él la fotografía más que un oficio es una devoción-- ha tomado tantas instantáneas que, sumado al de su padre, atesora un archivo que es memoria viva de Córdoba, imprescindible para reconstruir la historia de esta ciudad y sus gentes. No hay detalle que se le haya escapado, ni serio ni jocoso, pero si se le da a elegir, quizá se quede con su faceta taurina. Su pasión por el mundo de los toros y los toreros, que tantos premios le ha reportado, quedó plasmada, entre otras iniciativas, en la fundación allá por los años noventa de la revista ‘La Montera’, de trece gloriosos años de vida, la tertulia de igual nombre y el Trofeo Montera de Plata a la más completa labor en las corridas de Feria. Hoy este optimista nato, premio Tomás de Aquino de la UCO, sigue reinventándose con nuevos proyectos, sin dejarse abrumar por los galardones a la faena de toda una vida.

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