Opinión | HOGUERA DE MANZANAS

La máquina de escribir

«Piensen en cuántas palabras son normales para sus hijos y los amigos y ustedes ni las rozan»

Casi recién llegada a mi último destino laboral, Yumara, una niña de nuestro colegio, me vio cruzar el patio del recreo y empezó a gritar con la espontaneidad que caracteriza a los críos: «¡Olga, Olga, es mi amiga Olga!, ¡se llama Olga!, ¡el otro día me dejó teclear en un ordenador antiguo!». El «ordenador antiguo» era una Olivetti 98 que tenemos en secretaría en plan decoración vintage. De repente, como en un develamiento en medio de la luz, fui consciente de que convivimos con personas cuya cabeza ya no alberga el concepto «máquina de escribir». Piénsenlo. Siéntanse viejos. Tómense algo.

El tiempo es una apisonadora y a la vez un submarino fantasma que hace su trabajo muy al fondo y súbitamente te dispara un suave y salvaje torpedo de realidad simbólica. Piensen en cuántas palabras son normales para sus hijos y los amigos de sus hijos y ustedes ni las rozan; cuántas, tan cargadas de contenido preciso y hasta de poesía como una máquina de escribir, no significan apenas nada para ellos. Uno de mis hijos va a votar por primera vez en estas elecciones de mayo y a veces me pregunto si no sería mejor esperar un par de años a ver si le importan cosas que le resbalan y que yo considero fundamentales.

Juventud y madurez sufren sus propios y distintos estrabismos. Pero ellos son más guapos. Los jóvenes suelen parecer siempre incultos y frívolos a nuestra vieja mirada; así ocurría en los 80 y 90, cuando yo era joven, y así sucede hoy. Más allá no tengo recuerdo pero imagino que el panorama no habrá sido muy distinto, pues llevamos unos 24 siglos plagiando a Sócrates cuando decía aquello de «los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y faltan al respeto a sus maestros». Bienvenidos a las urnas, chavales, ojalá no os lo hayamos destrozado todo.

*Filóloga y escritora

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