Opinión | ESCENARIO

Rebujito

Mi amiga Eulalia, que vive en Cerro Muriano -de ella he hablado varías veces en esta columna- ha invitado a unos amigos británicos a pasar aquí la Feria. Hugo, piloto de aviación ya retirado, y Maureen tienen residencia en Benalmádena, donde pasan la mayor parte del año; sólo van de vez en cuando a su país para visitar a la familia, pero vuelven enseguida para cuidar su casa y su jardín, que es lo que más les gusta. Desde luego el jardín es digno de ver, contenido y amparado entre muros tapizados por buganvillas moradas que lo aíslan del exterior. La otra afición de la pareja es invitar a los amigos a cenar. Eulalia y yo hemos ido un par de veces y puedo decir que las verduras al vapor que prepara Maureen son las más exquisitas que he probado en mi vida. Y el rosbif.

La cuestión es que llegaron el viernes pasado y Eulalia les tenía preparado un cóctel de recepción, que además de incluir nuestro tapeo tradicional -en esto no me detengo, lo doy por sabido- tenía como protagonista el rebujito. Un detalle de la anfitriona, que está en todo, para relacionarlo con la feria. Y lo curioso es que cuando Hugo probó el rebujito dijo reconociéndolo: «¡Ah, un ‘sherry cobbler’!». Nos dejó a todos asombrados. Con el ‘sherry cobbler’, como pasa con otras comidas y bebidas, hay disputa en cuanto a su paternidad entre ingleses y estadounidenses. La dos versiones tienen como base el vino de jerez y una mezcla de azúcar con soda, hielo y una rodaja de naranja; a veces, trozos de fruta y una ramita de hierbabuena. No es que la fórmula sea demasiado original, ya que tenemos combinaciones parecidas hechas con vino tinto, como la sangría y el zurracapote o zurra, abreviando.

El rebujito se volvió a poner de moda en la última década del siglo pasado como bebida oficial de ferias y romerías por su bajo contenido alcohólico y sus efectos hidratantes y refrescantes. La palabra rebujo, de la que es diminutivo, significa embozo o envoltorio y, aunque no entendamos bien la relación que tiene con la mezcla de vino fino o manzanilla -en Jerez, Sevilla o Sanlúcar- o de fino o ‘pale cream’ de Montilla-Moriles en Córdoba, con alguna bebida gaseosa acidulante, tenemos que convenir en que es verdaderamente afortunada. La receta del rebujito es fácil: una parte de vino fino y dos de alguna bebida gaseosa con sabor a lima. El resto, hasta completar la jarra, hielo y hierbabuena. Hugo y Maureen están encantados.

* Escritora. Académica

Suscríbete para seguir leyendo