Opinión | campo y ciudad

Sequías

«En los archivos diocesanos de Tortosa, Barcelona o Urgel, también se refleja la terrible sequía producida entre 1567 y 1568»

La cuestión de la sequía --cuyos parámetros pluviométricos, climáticos y geográficos fueron definidos por la Organización Meteorológica Mundial-- en referencia a España se presenta a lo largo de su historia de manera relevante. En lo contemporáneo, por simplificar, remite a los postulados regeneracionistas, y a los escritos de Joaquín Costa, en el siglo XIX.

De otrora varias crónicas del Medievo tratan de las acaecidas bajas precipitaciones atmosféricas, según períodos. Así, durante el califato de Abderramán III, en Al-Andalus, como relata Ibn Hayyán en el Muqtabas V, donde queda señalado que en la segunda mitad del año 941, en Córdoba y en sus arquerías, se secaron los aljibes y sembrados circundantes, que consecuentemente se agostaron. En los archivos diocesanos de Tortosa, Barcelona o Urgel, también se refleja la terrible sequía producida entre 1567 y 1568. Aunque se tuvo un cierto mejoramiento al término del siglo XVI; hasta que a principios de la centuria siguiente los rendimientos de las cosechas fueron empeorando, sucediéndose las crisis agrarias de 1604-1605 y 1615-1617, época generalizada de aridez, precediendo los inviernos de 1604-1605, que fueron bastante secos en gran parte del territorio peninsular.

Será ya en el siglo XIX cuando, puestos en marcha varios observatorios pluviométricos, se obtienen datos más fidedignos, como los obtenidos por el correspondiente sector de Sevilla.

Es el bienio 1868-69 de brusco y generalizado descenso de las lluvias y extensión de la sequía en toda la Península; terrible en la Meseta norte en 1869, principalmente en las provincias de Zamora y Valladolid. Incidencias que se repetirán en 1874 en el sur y en la costa levantina. En 1930, una sequía tan devastadora acrecentó la tensión sociopolítica, que ya se venía arrastrando de años precedentes. En el trienio 1980-83 en una gran parte de España se advierten las consecuencias directas de la actividad agraria, con disminución de las cosechas, sobreexplotación, desabastecimiento urbano y salinización de las aguas de las cuencas del centro y del sur peninsular.

*Doctor Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Derecho

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