Herencia universal

Yolanda Díaz propone una herencia universal para los jóvenes al cumplir 18 años. Una paga de 20.000 euros para ser invertidos en sufragar los estudios o un piso. Según el documento de Bienestar y Derechos Sociales de Sumar, las nuevas siglas de Yolanda Díaz, se trata de aplicar «nuevas iniciativas predistributivas ambiciosas», mediante «un sistema público de dotación de capital que se asignará a cada joven para difundir la propiedad en la base y limitar su concentración en la cúspide». O sea, que si el Gobierno considera que tú eres una persona rica --una apreciación cuyos patrones pueden variar en poco tiempo--, alguien dispondría de tu dinero, con «nuevas iniciativas predistributivas ambiciosas», para llevar a cabo la medida que ahora está proponiendo Yolanda Díaz. Todo esto sólo apunta a la necesidad de distinguirse de su entorno actual: tiene que perfilarse, ofrecer alguna diferencia y hacer que hablemos de ella. Pero debajo y encima hay varios debates de interés. En un país que se ha marcado, en los últimos años, por la precariedad en nuestras becas de investigación, que fuerza a nuestros jóvenes más sobresalientes a tener que formarse y trabajar, generalmente, fuera de España, ¿no sería más interesante, suponiendo que se pudiera disponer de ese capital --sin tener que esquilmar al personal, en esa nueva ingeniería social--, potenciar un programa de becas de investigación en realidad solvente, para apoyar la brillantez como no se apoya ahora, o becar --pero de verdad-- a los mejores expedientes, o dar la entrada para la compra de un piso, por seguir con el ejemplo propuesto, a los mejores de cada promoción? Quiero decir: ¿es que la única alternativa para la juventud es el clientelismo, y el Estado debe beneficiarlo, frente a la excelencia? ¿Para qué va a estudiar la gente, para qué esforzarse en ser mejor, si aquí te premian sólo por sumar unas cuantas velas en la tarta? La mejor herencia es enseñarte que no hay recompensa sin esfuerzo.

*Escritor

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