Opinión | MIRAR Y VER

Maestros, lectura y familia

Dice Daniel Pennac, prestigiosa pluma del panorama francés, que el verbo leer no admite el imperativo, sino que su uso como tal mandato ha sido la causa de muchos rechazos viscerales a la lectura. Los hombres, todos los hombres, deberían leer con la naturalidad con que hablan y con la cotidianidad con que se relacionan entre si, porque leer es una parte más de la vida, mediante la que podemos ponernos en contacto con otros mundos, con otros sueños, con otros pensamientos, con otras ilusiones, con otras penas... No obstante, y con referencia a la lectura en los niños, entre padres y maestros, primero, y con el gran abanico de ocio que hoy día compiten ventajosamente con la lectura, provocan cada vez más continuos desencuentros entre los pequeños y los libros. La lectura es un valor, y su práctica habitual rebasa el ámbito escolar al que con mucha naturalidad, los padres asocian casi en exclusiva. La lectura no debe ser considerada simplemente como un proceso más de aprendizaje, sino sobre todo porque mediante su dominio se adquirirán destrezas, actitudes, competencias que le van a resultar imprescindibles en la vida cotidiana y en su integración, con posibilidades, en la sociedad. De ahí que la familia, los padres deben adquirir conciencia de su gran responsabilidad, así como de la definitiva influencia que sus hábitos lectores, por un lado y su colaboración, por otro, puede ser determinante en el valor que para los pequeños resulte la práctica lectora. No basta con mandar leer. Hay que leer con los hijos, compartir sus libros, comentarlos, transcenderlos a la vida real para censurar, aplaudir, opinar, etc. tanto acerca de su contenido como del proceder de sus personajes, etc. En una retrospección veo a mi padre con el Quijote entre las manos, y a mi madre con Las Mil y unas Noches... Estos fueron mis primeros libros cuando aún sólo sabía deletrear. Que estas fechas, cuando tanto se habla de libros, no queden en la mera compra de un ejemplar más sino que, ante todo, nos conduzcan a una seria reflexión sobre el valor de la lectura. «No es al alfabeto, aquel que no sabe oler sino el que sabiendo no lee». M. De Unamuno.

** Maestra y escritora

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