Opinión | para ti, para mí

¡Detente, el Señor ha resucitado!

La resurrección obligó a los primeros creyentes a profundizar en su muerte con una luz nueva

«¡Detente, el Señor ha resucitado!». Así, con estas palabras, el papa Francisco comenta la resurrección de Jesús. El domingo, a primera hora, las mujeres fueron al sepulcro y estaba vacío, Él no estaba. Fueron con el corazón partido por la tristeza de una derrota: el Maestro, su Maestro, al que tanto amaban, había sido ajusticiado, había muerto. Y de la muerte no se regresa. Ésta es la derrota, éste es el camino de la derrota, el camino hacia el sepulcro. Pero el ángel les dice: «No está aquí, ha resucitado». Es el primer anuncio: «Ha resucitado». Y después, la confusión, el corazón en vilo, las apariciones. Pero los discípulos permanecen encerrados todo el día en el cenáculo por miedo a que les ocurra lo mismo que a Jesús. Y la Iglesia no cesa de decir a nuestras derrotas, a nuestros corazones cerrados y en vilo: «Deteneos, ¡el Señor ha resucitado!». Alguien podrá formular a los creyentes esta pregunta: «Pero, si el Señor ha resucitado, ¿por qué ocurren desgracias? ¿Por qué existe la enfermedad, la trata de personas, las guerras sangrientas, la destrucción, la mutilación, la venganza y el odio? ¿Dónde está el Señor cuando eso ocurre?». La resurrección obligó a los primeros creyentes a profundizar en su muerte con una luz nueva. Acaban de descubrir que, al morir, Jesús ha entrado en la gloria de Dios. Ha muerto confiando en el Padre, y el Padre lo ha acogido en su gloria insondable. La de Jesús ha sido una «muerte-resurrección». No ha muerto hacia el vacío de la nada, sino hacia la comunión plena con Dios. Así, nuestras hermandades y cofradías nos han presentado a lo largo de la Semana Santa, desde la orilla de la fe, el drama de la «crucifixión-resurrección» de Cristo, porque nos revela de manera suprema el amor de Dios. Nadie lo hubiera sospechado. En Jesús «crucificado-resucitado», Dios está «con nosotros», sólo piensa «en nosotros», sufre «como nosotros», muere «para nosotros». Ese silencio de Dios en la cruz no significaba abandono del crucificado y complicidad con los crucificadores. Dios estaba con Jesús. En su obra ‘Jesús. Aproximación histórica’, José Antonio Pagola nos dice que «Jesús, al morir, se encontró resucitado en los brazos de Dios. La resurrección ha mostrado que Dios estaba con el crucificado de manera real, sin intervenir contra sus verdugos, pero asegurando su triunfo final. Esto es lo más grandioso del amor de Dios: que tiene poder para aniquilar el mal sin destruir a los malos. San Pablo lo dijo de manera admirable: «En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, sin tomar en cuenta las transgresiones de los hombres». El papa Francisco, comentando la resurrección de Cristo, nos brinda esta hermosa reflexión: «En esta cultura del desecho donde impera el usar y tirar, donde lo que no sirve se tira, también se tira esa piedra, --Jesús--, que es fuente de vida. Y nosotros, guijarros del suelo, también tenemos un sentido en este valle de lágrimas, de tragedias y calamidades, gracias a la fe en Cristo resucitado, el sentido de mirar más allá, el sentido de decir: «Mira, no hay una pared, hay un horizonte, hay vida, alegría. Mira adelante, no te cierres. Tu existencia, guijarro, tiene sentido porque estás cerca de esa piedra que la maldad del pecado ha descartado».

Hoy, Domingo de Resurrección, es un buen día para «resucitar las zonas muertas» de nuestra vida: ideales que desaparecen, horizontes que se nublan, compromisos que se tiran por la borda, ilusiones que terminan en desencantos. La resurrección de Jesús nos invita a la esperanza. El Papa nos ha hecho una invitación sencilla, casi simple, y a primera vista sin mayor trascendencia. Pero contiene el aire de una espléndida plegaria en esta hora. Con voz humilde, sin flores, solos ante Dios, digamos: «No sé cómo acabará esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado y eso es lo único que cuenta. Hermanos, hermanas, este es mi mensaje de hoy. Volved a casa, repitiendo en vuestro corazón: «¡Cristo ha resucitado!».

* Sacerdote y periodista

Suscríbete para seguir leyendo