Opinión | Tribuna abierta

Ventanas celestiales

Una de ellas es el despegue en Mazagón del primer microlanzador suborbital español reutilizable

Abrir las ventanas durante el mes de abril es una invitación a mirar al cielo. Unos, sin duda, con ojos imbuidos de fervor religioso, y otros escuchando los pronósticos meteorológicos a la hora de cultivar la esperanza de que llueva o no llueva, según la modalidad turística que practiquen, estén afectados por la sequía o los incendios, se apliquen a la contemplación de los desfiles procesionales o velen por el porvenir de las flores de sus macetas con vistas al mes de mayo.

Aunque en este abril concreto hay ventanas que están en el cielo y sirven para mirar mucho más allá. Al menos una de las cuatro de las que esperan disponer en el Centro de Experimentación de El Arenosillo en Mazagón para que despegue el primer microlanzador suborbital español reutilizable que, de tener éxito, abrirá también otra ventana importante para la industria de nuestro país en el terreno de las telecomunicaciones, la defensa y la investigación científica. Ello, además de potenciar la base onubense, por su situación, características y una experiencia de más de sesenta años a sus espaldas, como el puerto espacial europeo idóneo para este tipo de actividades.

Fuerza, coraje y energía son las palabras que lleva en su divisa -Miura- el cohete español. Nada extraño en un país que se asienta sobre una piel de toro, donde los astados se enamoran de la luna y hasta la silueta de cerca de un centenar de ellos, negros zainos, ensillados y corniveletos se recorta al atardecer sobre diversos horizontes y paisajes tras su indulto hace 25 años por el Tribunal Supremo. Otros moran en las canciones pintados de amapola y aceituna. Y de su vocación espacial dice la copla que luceros y estrellas los bañan de plata. Ahí es nada. En el caso de nuestro particular miura, las fotos lo visten de blanco con una franja vertical de carbono negro.

Será interesante ver qué nombres van adoptando los futuros vehículos españoles en el espacio porque cada país suele proyectar a través de ellos sus personales tradiciones, propósitos, valores y cultura. Incluso los humanizan hasta casi hacernos sentir sus aventuras como si fueran las de alguna de nuestras mascotas más inteligentes. Así sucede con los pequeños rovers enviados por la Nasa a Marte (de hecho, sus nombres son propuestos por los escolares norteamericanos) . Nadie se olvidará del pequeño Sojourner ( Peregrino), ni de las peripecias de Opportunity (Oppy para los amigos) hasta que dejó de trasmitir al no poder eliminar el polvo acumulado sobre sus paneles solares. El mensaje final, quedando en silencio tras indicar el agotamiento de la batería y la imposibilidad de cargar, fue «traducido» a modo de despedida muy humana: «Mi batería está baja y está oscureciendo». Ni que decir tiene que resultó muy emotiva. Todos su colegas en el planeta rojo usan nomenclaturas pioneras: Spirit, Curiosity, Perseverance...

La mitología suele ser un magnífico almacén de recursos. Aúna fantasía, aventura, arquetipos de toda clase... Si los americanos pusieron a su programa para ir a la Luna el nombre de Apolo (por su tiro de caballos alados), al que tienen en marcha para volver a ella y que además llevará a la primera mujer a nuestro satélite lo han bautizado con el de su hermana Artemisa. De igual modo, los chinos también acuden a sus mitos y a su legendaria condición de celeste imperio. Casi todo es celestial en su nomenclátor espacial. Una conocida anécdota narra cómo Houston, hablando con Collins durante la misión del Apolo XI, le decía que vigilase a una chica encantadora a la que acompaña un gran conejo, fácil de detectar porque está siempre alzado sobre dos patas bajo un árbol de canela. Evidentemente, Collins no lo vio, pero Yutu (conejo de jade, que así se llama) correteó años después sobre la superficie lunar. Fue el rover de la tercera misión china Change, nombre de la chica y diosa de la luna en sus leyendas.

La broma hace también referencia a una de las siluetas más populares que forman los cráteres y las sombras de la superficie lunar: la de un conejo. Aunque la universalmente famosa es la cara del hombre de la Luna. Y más desde que Meliés inventó el cine e incrustó el primer cohete en uno de sus ojos. El español Segundo de Chomón alunizó en su boca algo después. Y fue Fritz Lang el que ya en 1929 llevó cinematográficamente la primera mujer a la Luna (nada nuevo... en este caso bajo el sol). Pero volviendo al nomenclátor chino. Su estación es un palacio celestial ( Tiangong), sus sondas a Marte llevan el nombre Tianwen ( preguntas al cielo) , los módulos de su estación espacial buscan la armonía de los cielos ( Tianhe) y así otros muchos. Ya se imaginarán ustedes cómo se traduce Tian.

Ahora, a esperar que el microlanzador español salga de casta valiente. Por cierto, que, dada la época, lo mismo el encargado de la cuenta atrás, en vez de cantar el cero suelte un «al cielo con él».

*Periodista 

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