Opinión | COLABORACIÓN

Los sin hogar, permanentes crucificados

«Cuántas personas hay en esta situación, las vemos dándonos un paseo, y pasamos indiferentes, como si no existieran»

Un día cualquiera, estaba lloviendo, veo a una persona que se haya durmiendo en un soportal arropado con una manta, y cartones en el suelo como colchón, me paré, le toco la cabeza y le despierto, era un joven de 20 años. Le invito a cenar y comienza a contarme, era emigrante llegado en patera de goma, sin papeles, sin familia, sin hogar donde pueda recogerse, con mucho miedo, y actuando como gorrilla durante el día. Los albergues se encontraban saturados. Nos vemos a menudo para desayunar y continuar hablando sobre su vida. Esto me interpela, para autocriticarme y reflexionar sobre cuántas personas hay en esta situación, las vemos dándonos un paseo, y pasamos indiferentes, como si no existieran, sin esperanza, incomunicados, porque la procesión va por dentro. Sin olvidar a los millones de refugiados, miro en mi contexto español: así, en España, 1 de cada 5 hogares sufre exclusión residencial y el 2,3% de los hogares sufre amenazas de expulsión de su vivienda (informe Foessa de Cohesión social 2022). Señala que cada vez hay más personas jóvenes (30%) sin hogar, también destacan los datos estadísticos que las mujeres representan alrededor del 25 % de las personas sin hogar, madres solas o con hijos a su cargo que dificultan que puedan tener un empleo y acceder a una vivienda adecuada, apoyos necesarios con la mirada de derechos humanos de manera global. Por todo ello se apela las administraciones públicas, para que tomen medidas que garanticen los derechos y la dignidad de las personas sin hogar, para que accedan a los recursos necesarios que les permitan salir de la exclusión y emprender una vida normalizada. Por último, hay que cambiar nuestra mentalidad, la necesidad de conocer la realidad del sinhogarismo para desestigmatizar a las personas sin hogar, personas que por diferentes motivos y con diferentes vidas tienen que partir de cero. Como conclusión, pienso que las imágenes de Cristos y Vírgenes sufrientes las tenemos procesionando todo el año, a los que hemos de cuidar. Viven una Semana Santa sufriendo, pero sin esperanza en la Resurrección. Son patrimonio de la humanidad

*Licenciado en Ciencias Religiosas

Suscríbete para seguir leyendo