Opinión | FORO ROMANO

Cuando Los Beatles eran la globalidad

Yo estaba en el seminario y algunos compañeros me tildaron de antirreligioso o algo parecido por comprar aquella revista

Una persona contempla su teléfono móvil mientras ve un partido de fútbol por la televisión.

Una persona contempla su teléfono móvil mientras ve un partido de fútbol por la televisión. / CÓRDOBA

Estamos en el descanso del último Barça-Madrid, la gente apaga el televisor, se encamina al water o pone la corta para volver a ese espacio de la globalidad, que mide lo que una pantallita de teléfono móvil, donde cohabita toda la juventud de ahora. De pronto la gran pantalla del partido de fútbol deja de interesar a los espectadores, que se sumergen en ese mundo vertical del móvil, y dentro de este abarrotado espacio de madridistas y culés se tornan silenciosos y como hipnotizados por ese cacharrito que es mirado, a todas horas, por todos los ojos de este mundo. Hasta un clásico, el partido de fútbol que ven en los desiertos, en las montañas, en las playas y en los refugios más imposibles, desde Anmán en Jordania hasta Estambul en Turquía, puede desaparecer en el descanso en este tiempo en que esa pantallita le tiene comido el coco a media humanidad, que la otra mitad tiene la edad del analfabetismo digital, que en parte es un alivio. Quizá por eso nos sorprenda la inauguración de la nueva biblioteca Grupo Cántico en los jardines de Los Patos, donde la rosaleda formó parte de los enamoramientos de cierta edad, en un tiempo en donde los libros que priman son los de cocina y cuando las escuelas de Córdoba han perdido 11.000 alumnos en cinco años.

Hasta la población que nació cuando no había móviles y se gastó su fortuna, además de en viajes por el extranjero, en libros, discos, cassettes, cds, mp3 y demás cacharritos de música para oír haciendo deporte, está ahora todo el día preguntándose a dónde irán a parar sus libros si ni siquiera los ayuntamientos los «necesitan» en sus bibliotecas y quiénes oirán música que ocupa espacio cuando en el ordenador o en el móvil, que es más pequeño, Youtube te ofrece gratis todas las melodías del mundo. 

Estamos en un tiempo donde la plaza de La Corredera debe su aspecto a una campaña electoral, en donde la cosecha de ajos se puede perder por la falta de agua, en un momento hasta en el que los turistas que viajan en crucero van a venir a ver la Mezquita desde Málaga y en esa ocasión del Estado en que cincuenta años son una excesiva cantidad para la sabiduría: las facultades de Ciencias de la Información, que empezaron a caminar en los años setenta, al cabo de 50 años han agotado sus títulos de licenciados en periodismo y ahora los estudiantes se tienen que conformar con ser graduados. Ni mejor, ni peor, estamos viviendo la vida, en aquellos tiempos sin televisor, en estos enganchados a un móvil. Aunque si me preguntan no borraría nunca de mi muro de Twitter, es un decir, a Los Beatles, que hace ahora 60 años, el 22 de marzo de 1963, lanzaron su primer disco. Estábamos echando unos futbolines en una casa de la calle Alfaros. En el pueblo, en la barbería de mi padre ya había leído la noticia. Y empecé a coleccionar esa nueva historia. Entonces le pregunté a mis compañeros de juego, mis paisanos de Villaralto, que qué les parecía ese nuevo grupo musical que daba la nota con su pelo. No sé qué me respondieron pero lo cierto es que Los Beatles fueron -como ahora los móviles- la globalidad de aquel tiempo, aunque evidentemente más rica para los de cierta edad que la del reggaeton. Ese mundo de aquella globalidad continuaba con Fans, la revista que costaba seis pesetas y que en su número uno, el año 1965, hacía un reportaje titulado

«Beatles-Rolling Stones frente a frente». Yo estaba en el seminario y algunos compañeros me tildaron de antirreligioso o algo parecido por comprar aquella revista, que destacaba uno de sus reportajes en portada con el título de «La música de Los Beatles es ¡¡curativa!!». También en esa revista descubrí a Serrat, al que encargué en Bodegas Campos que le diera recuerdos a mi cuñado Rufino. A Julio Anguita lo descubrí en los despachos, en el suyo como alcalde cuando el Ayuntamiento estaba en la calle Pedro López y el salón de plenos era donde ahora se presentan los lunes los libros del Centro Andaluz de las Letras. Cuando la globalidad no se reducía a tener ojos sólo para el teléfono móvil.

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