Opinión | Historia en el tiempo

¿El PA resucitado?

Rara vez las resurrecciones presentan aspectos positivos y, menos, se saldan con el éxito

En política, rara vez las resurrecciones presentan aspectos positivos y, más infrecuentemente aún, se saldan con el éxito. No es, desde luego, terreno abonado para las segundas oportunidades, y solo en coyunturas de excepcional gravedad para las comunidades estas recurren al resurgimiento de líderes y programas. En el turbulento y azacaneado siglo XX solo dos democracias, la inglesa y la francesa, se vieron favorecidas con un episodio de tal naturaleza. En los primeros y trágicos compases de la segunda guerra mundial, W. Churchill devolvió al Reino Unido la fe en su destino frente a la formidable amenaza de un III Reich que semejaba encarrilado por el camino de victorias bélicas sin fin. Y en plena crisis de la IV República y de las postrimerías del que fuese muy orgulloso Imperio francés, el retorno al poder del ‘Hombre del 18 de Junio’ de 1940 implicó la superación de la dramática crisis de la Argelia francesa. Empero, en ambos casos, las resurrecciones fueron parciales, dado el papel político de no muy alto gálibo representado por uno y otro antes del estallido de 1939-45 y, sobre todo, por la carencia de halo heroico en términos superlativos y generalizados de dichas personalidades, elemento semi imprescindible en capítulos cruciales en la biografía de naciones y pueblos.

En escenario obviamente más modesto y en torno a la reciente conmemoración del día de Andalucía hemos contemplado un animoso intento de resurrección del partido de cuño blasinfantiano, formalmente desaparecido no ha muchos años atrás. Nos encontramos, por supuesto, ante los primeros pasos de una andadura que se nos ofrece por el momento repleta de enigmas e incertidumbres; pero en la que es ostensible la férrea voluntad de algunos de sus antiguos prohombres más salientes de retornar con armas y bagajes al proscenio de la vida política nacional y convertirse en actores cualificados de su desarrollo. La elite sevillana -la malagueña prácticamente ha desaparecido casi por completo- que constituyó la columna vertebral del andalucismo de la Transición con el incombustible Rojas-Marcos a la cabeza, se esfuerza estos días denodadamente por no perder la sorprendente chance brindada por el grisáceo presidente de la Autonomía andaluza, a la caza de cualquier voto para un proyecto asaz anémico doctrinalmente fuera de la religación más estrecha con el ideario del PP. Favorable al pensamiento regionalista como toda fuerza genuinamente conservadora, las posiciones radicales que afloraron con vigor con asiduidad en la etapa postrera del PA, tensionado por corrientes entrecruzadas en las que ninguno de sus dirigentes acertó a encontrar la síntesis fecunda, cabe que conduzcan al andalucismo ahora redivivo en la política regional a un callejón sin salida; con daños de gran entidad para la misma fuerza conservadora acaudillada en estos momentos por un genio de la equidistancia y el equilibrio inestable como Núñez Feijóo. Y así, más que sumar a la empresa totalizadora de J. Moreno, restaría coherencia y creatividad a su sólida plasmación en los comicios próximos.

*Catedrático

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