Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Qué es el tiempo

Vivimos en el tiempo, pero realmente no sabemos lo que es. Nada extraño, por otra parte

Mi amigo Miguel me preguntó hace unos días si podría darle una definición de tiempo. Y como era tan tarde y se me vinieron tantas cosas a la cabeza de repente, y todas tan inabarcables y de tan difícil digestión, no tuve más remedio que escabullirme y responderle con la reflexión que hace san Agustín en sus ‘Confesiones’: «¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé».

En realidad, esa respuesta de san Agustín es un ejemplo obvio de la situación en la que se encuentra cualquier científico que necesite explicar algo que supuestamente conoce. Como suelo decir a mis alumnos, tu conocimiento científico no es tal si eres incapaz de explicarlo a otro. Si no puedes explicarlo, entonces es que no lo sabes. Y san Agustín no sabía lo que es el tiempo, salvo que el tiempo es una medida de algo: «De aquí me pareció que el tiempo no es otra cosa que una extensión; pero ¿de qué? No lo sé, y maravilla será si no es de la misma alma. Porque, ¿qué es, te suplico, Dios mío, lo que mido cuando digo, bien de modo indefinido, como: «Este tiempo es más largo que aquel otro»; o bien de modo definido, como: «Este es doble que aquél»? Mido el tiempo, lo sé; pero ni mido el futuro, que aún no es; ni mido el presente, que no se extiende por ningún espacio; ni mido el pretérito, que ya no existe. ¿Qué es, pues, lo que mido?».

La mayoría de nosotros compartimos esa ignorancia con San Agustín. Vivimos en el tiempo, pero realmente no sabemos lo que es. Nada extraño, por otra parte. Vivimos en el mundo e ignoramos lo que es el mundo en su naturaleza más íntima. Vivimos la vida, con pasión o con desgana, y no sabemos lo que es la vida.

Después de dejar reposar durante unos días esa pregunta de Miguel, he intentado acercarme a ella de nuevo; y digo de nuevo porque llevo preguntándome toda la vida sobre el significado del tiempo. He tenido que olvidarme de las miles de definiciones, pasando por alto además la infinidad de acepciones diferentes que añaden más confusión a este asunto. Y eso hasta llegar a reducir el problema bastante, aunque aún me quedan algunas perspectivas irreductibles. ¿A qué se refería Miguel cuando me preguntó qué es el tiempo? ¿Al tiempo matemático o al tiempo físico?

Para ser sinceros, el tiempo físico es el que más me interesa a mí desde el punto de vista científico. El tiempo matemático tiene para mí algo de psicológico, virtual y artificioso. Es algo consustancial a las matemáticas, que tienen la capacidad de imaginar y crear modelos del mundo, con el inconveniente de que nos invitan a confundir esos modelos del mundo con el mundo real. El tiempo matemático es como una recta infinita a lo largo de la cual situamos la historia del mundo dividida a semejanza de la recta de los números reales: el pasado (los números reales negativos), el presente (el cero), y el futuro (los números reales positivos). El tiempo matemático es infinito y monótono. Y todos nuestros mundos, y todas nuestras vidas, se miden por un ‘tic-tac’ constante y eterno.

El tiempo físico es algo distinto a eso. El tiempo físico es una medida de algo, como decía san Agustín. Y ese algo no es otra cosa que el cambio, el movimiento de la realidad física. El tiempo es una medida del cambio. Y si no hay cambio físico no hay tiempo físico. Esta visión clara del tiempo como medida del cambio permite explicar que el tiempo pueda ser irreversible, que haya una flecha del tiempo que marca el futuro de nuestras vidas, y de la vida de un universo que tiende de forma irreversible hacia el equilibrio, el frío, el máximo desorden y la muerte. Pero también permite que haya un tiempo reversible, y cíclico, donde los cambios pueden revertirse u ocurrir periódicamente una y otra vez. O incluso que haya cosas estables, perennes, sin cambios, que vivan su muerte ajenas al tiempo.

La vida es cambio. La vida es tiempo.

* Profesor de la UCO

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