Opinión | ENTRE LÍNEAS

Maleducados con la educación

Se le está culpando de todo mal y proponiendo como la panacea de todo problema

El recurso típico, tópico y facilón de todo contertulio que se ve atrapado por sus propias palabras es... echarle el ‘muerto’ a la educación, aunque el sistema educativo poco o nada tenga que ver con el asunto. Que se disparan las estadísticas de maltrato machista: caña al colegio. Que hay más violencia: hay que educar mejor. Que la cuestión es la desestructuración familiar, la drogodependencia, el aumento de los suicidios, el modelo de familia, la destrucción del planeta, el mal uso de los recursos, la delincuencia, el malestar social, la elevada abstención en las urnas, la desafección política y asociativa, los escasos ingresos del trabajador, la violencia en internet, la falta de respeto y de entendimiento entre generaciones, el ocio de mala calidad, el individualismo, el aislamiento de los jóvenes, las nuevas adicciones, la soledad de los mayores... a todo eso, si usted dice que tiene que solucionarlo la educación, siempre quedará como una docta persona.

A la educación la están culpando de todo mal que no quiere ser explicado de otra forma y proponiendo como la panacea de todo problema que realmente no se quiere solucionar. Además, es el perfecto chivo expiatorio, porque los cambios que hoy se implanten en el sistema educativo no dan frutos plenos hasta pasada una generación. Ya para entonces... nadie se acordará de la estupideces bramadas años atrás. Y eso, como he dicho, comenzando hoy a introducir unas maravillosas mejoras que, por otra parte, tampoco empiezan nunca. En cuanto recordamos que esos cambios cuestan dinero ahora, ya no se piensa en ninguno de los beneficios de después.

Digo todo eso por la denuncia de la asociación vecinal (AV) Unión y Esperanza, de Las Palmeras, en la que habla de cómo en 15 años ningún escolar del barrio ha pasado al último ciclo de Secundaria y de cómo los que salen del CP Duque de Rivas ven en la práctica cercenada sus aspiraciones teniendo, de entrada, que ir a algún instituto a más 2 kilómetros del barrio, pese a tener uno recién construido al lado. Es sencillamente sangrante. Su situación es condenar a ese barrio a la marginación no solo en el presente, también en el futuro.

Y sin embargo, no hay otro camino que la educación para salir de las penalidades, de la postración social y hasta personal, de ganar libertad y autoestima y, por qué no, de escalar en la sociedad. La educación funciona, aunque los alumnos no se crean el sistema educativo y, lo que es peor, la clase política aún menos. Si no, ya habría desde hace décadas un pacto de Estado por la educación en lugar de esta guerra permanente por el adoctrinamiento. Los padres también tienen lo suyo: demasiados creen que el colegio está para criar a sus hijos, cuando ya tiene bastante el centro con impartir conocimientos y darles habilidades a los pequeños.

Pienso en Finlandia, país líder en tres cosas: Es referente en el prueba PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) al no bajar de entre los cinco primeros países del mundo en educación desde hace dos décadas. Todo ello con profesores de élite, bien pagados y considerados socialmente y con una educación que se centra en el bienestar del individuo, dándole mucha importancia a las habilidades socioemocionales. Segundo, el lunes pasado se conoció que por sexto año consecutivo los finlandeses se sienten los más felices del mundo. Tercero, Finlandia está entre los países con más rebaños de renos. Pero esos bichos nada tienen que ver con lo que hablamos y, sin embargo, algo me dice que educación y felicidad sí que andan muy de la mano.

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