Opinión | EL TIRÁNGULO

Deconstruyendo un candidato

Un candidato se hace. Se construye. Se confecciona. Se le da forma. Pero a veces el producto que vale para unas elecciones no es adecuado para otras, bien porque opta a un nuevo cargo, bien porque lo hecho en ese intervalo de tiempo resta enteros a su nueva aspiración. Tal como se crea algo, se destruye. Y se vuelve a levantar. ¿Cuál es el problema? Donde dije digo, digo Diego. A quien negué como socio, le estrecho la mano en el Gobierno. Los compromisos desaparecen basándose en falta de presupuesto, desavenencias con otra administración o con los propios compañeros de consejo de Gobierno. La ideología se aparca en aras al entendimiento. El respeto a los militantes y los votantes se esfuma y las explicaciones solo se dan cuando se acerca el domingo electoral. Detener un proyecto resulta imposible si eso significa anteponer la protección del medio ambiente. Los informes se retrasan, publican o agilizan intencionadamente. Las inauguraciones se solapan convenientemente.

A nadie parece importarle la hemeroteca, la videoteca o la fonoteca. Prima el ruido ensordecedor de los aplausos en los paseos por los pueblos, de las risas en las reuniones mientras les graban las cámaras y de las frases pausadas, breves y contundentes soltadas a modo de titular en los mítines. Apremia acabar con los sambenitos colgados este tiempo atrás. Si te tildan de urbanita, pisar campo. Si te tachan de desconocida, aparecer hasta en la sopa. Si te has escorado a la derecha, cantar la Internacional más alto que nadie. Y si te llaman tibio, apretar dientes y morder a diestro y siniestro.

Pocos se preocupan por el manoseo de reglamentos, la utilización de las instituciones y la prostitución de las herramientas democráticas que otorga la Constitución como una moción de censura. No importa desfigurar la realidad con el único fin de sacar provecho propio. Son posibles las escisiones convertidas en nuevos partidos a un mes de los comicios, criticar el transfuguismo aunque tú mismo lo permitas en tus filas y negarse a encabezar las siglas que te facilitaron un cargo público por las pésimas expectativas después del 28 de mayo.

Toca redefinir la trayectoria propia, matizar los discursos de los últimos años que no se acoplen al nuevo objetivo, y retorcer palabras y decisiones ajenas. Sacar brillo a los bolígrafos y escribir las mejores y más impactantes intervenciones. Medir los silencios. Ensayar sonrisas y gestos de victoria. Hay mucho en juego en las próximas elecciones. Hay quien puede condenarse a la fruslería parlamentaria, desaparecer e, incluso, reventar un espacio político. Todo vale para seguir saliendo en la foto.

 ** Periodista

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