Opinión | NO ME DIGAS...

Las Cortes de los milagros

Nadie recuerda a María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo, y deberíamos. Fue conocida como «la monja de las llagas» y, a pesar de su demostrada impostura en juicios y exámenes médicos que determinaron el origen provocado de sus estigmas, ejerció gran influencia en la corte de Isabel II, que Valle-Inclán describió maravillosamente en su esperpéntica novela ‘La corte de los milagros’. Parece que seguimos condenados al perpetuo espectáculo, si no de una corte, sí de unas cortes, de un Parlamento, hoy de nuevo y siempre, foco y enfoque de un continuo e infinito esperpento. No comprendo la diatriba en torno a Ramón Tamames, el candidato propuesto por Vox en la moción de censura contra el gobierno Sánchez. No se podía haber elegido a otro mejor, ni con más tino, y no es recochineo sino la absoluta convicción de que una extraña conjunción astral ha propiciado que su promoción a la moción -valga la semirredundancia- sea reflejo de lo que son las Cortes, el Parlamento, el gobierno, Tezanos: un esperpento. Como en ‘La corte de los milagros’, no falta ni la monja de las llagas, esa Irene Montero perpetuamente puesta en tela de juicio, pero con una influencia atroz en la gobernancia, al igual que María Josefa de los Dolores, etc. Doña Isabel II Sánchez se entrega a sus falsos estigmas, mientras que esa oposición paradigma de sensatez abascalizada por Abascal, ha visto en Tamames la horma de varios zapatos, la cuña de aquellos que, siendo de la misma madera rojiza, no le van a permitir coronarse. Genial Abascal, magistral, proverbial, providencial Abascal, que nos permite ver cómo los payasos encarnados de este circo, o, más bien, teatro en hemiciclo, rechazarán a uno de los suyos. Eso se llama poner a estos héroes de pacotilla ante los espejos curvos de la feria de sus vanidades. Ni Valle-Inclán podría haber imaginado argumento mejor. Sólo falta que el candidato hable contra la corrupción, que hablará, para que veamos cómo no le aplauden, que no le aplaudirán. Todos como el tirilla Negreira, como un tito Berni en calzoncillos, como un Geri y un Rubi timándole unos palos a los árabes.

* Escritor @ADiazVillasenor

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