Opinión | FORO ROMANO

El papa Francisco y Elena Francis

El máximo mandatario de la Iglesia, al que no quieren ciertos católicos, se enfrenta a una etapa final anodina e impuesta

El papa Francisco, en una imagen de archivo.

El papa Francisco, en una imagen de archivo. / CÓRDOBA

La primavera, que entra mañana por la noche, a las 22.24 horas, exhibiendo Luna y estrellas y olvidándose del Sol, parece que aunque nos ofrezca el mismo mundo le da un toque de novedad a la vida, que nos recuerda que tenemos que vivirla con la ilusión de la infancia, donde la fantasía siempre será posible y le ganará espacio al pesimismo. Desde la lejanía el Banco Central Europeo sube los tipos de interés, pero desde la cercanía la banca nos promete el mantenimiento de las libretas, que vienen muy bien a los iletrados on line, que somos la mayoría de cierta edad, los que nacimos cuando todavía era necesario restaurar los destrozos de las bombas y los disparos de la guerra, escribíamos con tinta y las cuadras eran el desahogo de los cuerpos, que entendían más de sudor que de limpieza.

El comienzo de esta primavera también nos trae el recuerdo de hace tres años, cuando la soledad se instaló en el mundo, los hospitales nos enseñaron la muerte desde más cerca, los balcones fueron nuestra conexión con la esperanza y hasta los dioses se fueron de la Mezquita. Cuando el Covid-19 convirtió la Tierra en una pandemia (en griego, pan=todo, demos=pueblo), que exprimió su imaginación y en Internet halló una especie de mundo nuevo. Como lo encontramos aquel mayo de 2012 en Antequera la mayoría de periodistas andaluces en la creación del Colegio de Periodistas de Andalucía, en el que el recordado Antonio Ramos lideró una de las dos candidaturas que optaban a su dirección. Este fin de semana la asamblea periodística se ha celebrado más cerca, en Palma del Río, donde el arte y la historia alumbran un espacio ciudadano cuya creatividad se alimenta de esa naturalidad andaluza que emerge de los ríos, las nubes, los naranjos y los paisajes. Bien lo sabe Manuel Muñoz Rojo, que ha sido el comisario de la exposición de historia y periodismo en Palma del Río, y Juan Pablo Bellido, el decano.

Ahora, cuando los pájaros te despiertan con esos trinos que te animan a escribir una vida de belleza y buena voluntad, cuando en el Ayuntamiento de El Viso de los Pedroches se han atrevido a solicitar para su Auto de los Reyes Magos el título de patrimonio de la humanidad, cuando en bares, campo y tecnología siguen necesitando personal, y en el parque de El Patriarca un dispositivo permite que personas ciegas puedan pasear nos agarramos a la buena noticia de que mañana empiezan a circular trenes durante todo el día entre Palma y Villa del Río, como en aquellos tiempos buenos de la Córdoba romano-árabe en los campos de la provincia donde no faltaban las vides de los vinos, los olivos del aceite y los sembrados de trigo y cebada. Cuando afortunadamente no tenía un ministro, como en este caso Escrivá, que propone un recargo a los sueldos de más de 6.700 euros para la hucha de las pensiones porque la ayuda social se queda corta para alimentar a las familias necesitadas. Cuando hay 22.119 cordobeses que viven en el extranjero precisamente en un tiempo en que la revista National Geographic destaca a Córdoba por la belleza que le confieren sus cuatro títulos de patrimonio de la humanidad además de por su gastronomía y otros alicientes que hacen que el mundo se vuelva a mirarla. Tiempo este de primavera en el que el papa Francisco celebra el décimo aniversario de su pontificado y se acuerda de la revisión del celibato de los curas y de que debería haber más mujeres que tuvieran cargos en el Vaticano. Este papa argentino, que se parece más a Cristo que a Wojtyla, anda más por la tierra que por los cielos (de donde no ha vuelto nadie), como en su día le ocurrió a Juan XXIII, que comió en la taberna Pepe el de la Judería. El momento de Francisco, al que no quieren ciertos católicos, puede ser en el Vaticano como el de Elena Francis en la España de los setenta-ochenta: el del final de una etapa anodina e impuesta y el comienzo de otra creativa, con la libertad como enseña y necesidad. Como el tiempo de primavera que entra mañana, donde la Luna y las estrellas nos guiarán por los cielos. Con los padres y San José como recuerdo.

Suscríbete para seguir leyendo