Opinión | Historia en el tiempo

Miedo ante un reformismo inembridable

En el ámbito académico la medida resulta muy difícil de introducir o aplicar

Cara al ordenamiento y programación de sus actividades para el próximo curso 2023-2024, todas las Academias nacionales y regionales se encuentran sumidas en el colmo del desasosiego, la inquietud y el desconcierto. La pretensión de las autoridades gubernamentales de acomodar sus estatutos y funcionamiento cuotidiano a la cuota o porcentaje del 50% en su estructura y organización ha desembocado, por el momento, en una parálisis completa o muy extensa de su existencia. Más que en otros ámbitos del heteropatriarcado en el académico la medida resulta muy difícil de introducir o aplicar. Por democrática o férrea que sea la legislación, el Estado o las Autonomías en cuestión no podrán equilibrar el número de los investigadores consagrados las distintas parcelas de la Ciencia o las Humanidades para hacer una selección justa de varones y féminas competentes en alto grado en el cultivo de sus distintas especialidades. En alguna rama o disciplina es harto probable que sobresalgan más mujeres que hombres; y, en otras, resultará la inversa. Así en la Antropología castellano leonesa es verosímil que la dedicación masculina se descubra más intensa y asidua que la femenina; mientras, al contario, en la Arqueología catalana o andaluza la presencia femenina se ofrezca más relevante y cuantiosa. Lo mismo ocurrirá en las diferentes parcelas de las ciencias jurídicas y de las politológicas y filológicas. Pese a que el universo académico es muy fértil en alevosas injusticias y olvidos lancinantes, el consenso es por fortuna un fruto serondo que no es infrecuente entrojar en sus mieses. No obstante parcialidades y fobias peraltadas, el sentido de la justicia y del honor no se halla desterrado de su voluntad colectiva y de sus decisiones más relevantes.

Teniendo como muy encomiable meta la proporción e igualdad no es descartable ni mucho menos que se tope con obstáculos irremontables o con escenarios más deformes que los de la actualidad. La reforma es sin duda necesaria y lógica. Empero sin mesura, comedimiento y afán de acierto y superación de los propios prejuicios nos introduciremos en un laberinto --o, acaso, todavía peor, en una gigantesca pesadilla-- del que costara mucha energía institucional e intelectiva salir a un panorama estimulante. Por mucho esfuerzo que implique para sus adalides más férvidos, también el ilusionado reformismo ha de abandonar el estéril terreno de la compulsión e instalarse en el fecundo de la cooperación y el diálogo. Cuando llegan por sus pasos contados, las reformas pronto se consolidan. Al implantarse atropelladamente siembran el caos y el desencanto.

*Catedrático

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