Opinión | HOY

Primavera

De nuevo, empieza a abrirse por todas partes y en cada corazón. Es la vida, ese concepto abstracto que se concreta en lo más grande y en lo más minúsculo, en lo más sencillo y en lo más sublime; en esa florecilla perdida que nadie verá nunca, en el vientre de una madre si concibe un hijo, en la alegría de un cachorro cuando juega. La vida nos lleva por todas partes. Los árboles, desnudos, parecían muertos, pero en cada rama se redondean diminutos pezones, las yemas, y empiezan a desplegar nuevas hojas, y luego nuevas flores, y luego nuevos frutos, siempre más y más, aunque digamos que se desaprovechan, y luego, al fin, más semillas, muchas más semillas. Abrimos el fruto y docenas, centenares de semillas, esa bolita humilde, ese grano sencillo con su germen, ese óvulo que luego dará más vida y más vida, y así se irán multiplicando el mundo y el universo. Nosotros, los humanos, estamos invitados a esa fiesta, la maravillosa fiesta de la vida. La tenemos siempre ante nosotros; es el regalo continuo por pertenecer a ella. No hemos de hacer nada, sólo disfrutarla y favorecerla, procurando que se extienda y se propague. Llevemos esta buena noticia a todo lo que nos rodea. Es el reino de Dios. Así abre san Juan su Evangelio. «Y la vida era la luz del hombre. Esa luz brilla en la tiniebla. Y la tiniebla no la ha extinguido». Los seres humanos sólo tenemos que ponernos al servicio de la vida. Es el secreto de nuestra felicidad. ¿Qué hacemos, por ejemplo, al tener un hijo, en comparación con lo que hace la vida? Desde que un óvulo es fecundado, se activa una energía impresionante y maravillosa: la multiplicación celular según un programa misterioso. Es el prodigio más inimaginable. Un cuerpecito, sus órganos, sus manecitas, su cerebro, el momento en el que empieza a latir el corazón, el misterio que empuja a esa criatura a salir, a crecer, y luego, a pensar, a amar, a reír, a querer más vida, y darla. Es el privilegio y el destino que poseemos como humanos. Hemos sido creados para la vida, para dar vida y para recibir vida. Éste es el reino de felicidad que Dios nos propone y al que nos invita. Pertenecemos a él. Si nos salimos impidiendo la vida, nos provocamos la violencia de la muerte, y la vida sigue sin nosotros hacia la luz. Ésta es la eternidad. 

** Escritor

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