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Marisa Vadillo

LA CAFETERA DE ASPASIA

Marisa Vadillo

Pin, pam... fuera!

Si a mí me dicen hace unos años que voy a escuchar a una señora que se manifiesta como feminista diagnosticando, clasificando y sentenciando la sexualidad de otras mujeres (con perdón a las y los queridos lectores)... se me habrían ‘caído las bragas’.

A la rocambolesca dinámica de hacer una ley que ha liberado a agresores sexuales, hacer un problema con el transgénero donde no había conflicto, a utilizar el feminismo como elemento electoral, llega la siguiente entrega: os vamos a decir cómo deben ser vuestros orgasmos y cuándo tener sexo si queréis ser feministas.

¿Pero estas políticas a quiénes han leído o peor... a quiénes no? ¿Con qué clase de personas se relacionan? Si el tema no fuera tan serio, podríamos pensar que quieren superar incluso a la sociedad distópica que Margaret Atwood describe en su ‘Cuento de la Criada’: que el sistema de control autoritario del cuerpo e ideario de la mujer esté controlado por un grupo de poder formado por otras mujeres... espeluznante.

Si no fuera absolutamente lamentable confundir el feminismo con el aleccionamiento a la mujer en todos los ámbitos de su vida, privada o pública, o con el odio a la figura del hombre, tendría hasta gracia.

Creo que ningún político que haga de su discurso político oficial un mitin sobre cómo debe el ciudadano masturbarse o no, ser penetrado o no --con la que está cayendo económica y socialmente-- debería seguir ejerciendo un cargo público. Entiendo que cada ciudadana debe ejercer su sexualidad en libertad, tener los orgasmos como le de la gana, faltaría más.

Las mujeres utilizan su vagina como les parece bien, algunas artistas, de hecho, la han utilizado hasta para pintar, dibujar e --incluso-- modelar obras. Ya en 1965, Shigeko Kubota (1937-2015), hizo su performance «Vagina ‘painting’» o podríamos adentrarnos en la producción de autoras jóvenes como Paloma de la Cruz y su serie «Erótica Inversa», modelando barro precisamente con este órgano.

Hacer pedagogía, dudar, decidir, respetar... son principios básicos del avance social de la humanidad. Yo siempre he escuchado rumores de los sacerdotes que antiguamente aleccionaban a las mujeres en su comportamiento sexual. Y ahora vienen ellas y nos vuelven a decir cómo tener sexo, de los confesionarios a los anuncios... de locos. Como un pollo sin cabeza.

* Profesora de la Universidad de Sevilla y artista

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