Opinión | macondo en el retrovisor

Perder los papeles

Las plataformas entran en ebullición, de cero a cien, en cuestión de segundos

No hace tanto, yo tenía la absoluta certeza de que para conocer la verdadera naturaleza de alguien, sus ‘true colours’ (verdaderos colores, en inglés), no había nada mejor que sentarse con ellos a ver jugar a su equipo de fútbol. O ir a su vera en el coche, en una gran ciudad y en hora punta. Ahora, lo sigo creyendo, pero también que hay una forma más sibilina de hacerlo: seguirles en redes sociales. Porque es ahí donde el personal pierde de verdad los papeles.

A muchos, debe sucederles como a los niños chicos, cuando se cubren la cabeza con un pañuelo y se creen que si ellos no pueden ver, los demás tampoco, y son invisibles. Debe ser por esa sensación de estar de ‘extranjis’, que muchos bajan la guardia y se despachan a gusto. Más aún si lo hacen amparados por avatares, filtros y seudónimos. Pero en cualquier caso, dejan bien patente de qué pie cojean.

Y da igual el alcance y la seriedad del tema, no se crean. Que hay quien se tira al barro y al cuello, con el mismo colmillo retorcido, ya sea para opinar de la última payasada de la ‘influencer’ de turno, del entrevistado esta semana por Evolé o del aniversario del 11M. Las plataformas echan humo y entran en ebullición, de cero a cien, en cuestión de segundos. Y no se salva ni el apuntador.

Cabría pensar que hay cuestiones, como el ataque a los trenes de aquel fatídico once de marzo, que deberían ser aglutinadores; porque el dolor y la pérdida de entonces, fueron un poco de todos, o eso quisimos pensar al menos durante unas horas.

Pero casi 20 años después, recordarlo le ha servido a más de uno para abrir heridas y echar leña al fuego. Ese rotundo ‘Mema’, que ha aglutinado la indignación colectiva a las declaraciones de Mónica García, diputada en la Asamblea de Madrid, en las que se refería al atentado terrorista como ‘accidente’, se han convertido, junto a su nombre, en ‘trending topic’ durante gran parte del fin de semana. Y no ha sido más que la punta del iceberg.

Hay a quien esta dinámica de libre expresión de todos y sobre todo, les parece un despropósito. Un vómito sin filtro, ni conocimiento de causa, en muchos casos, que sirve para dar voz a gente sin alma, que diría mi adorado Sabina. Personalmente, y aún viendo esa parte, que es obvia y desagradable, para qué nos vamos a engañar, aún así, creo que cumple un servicio social.

Siempre se ha dicho que para conocer una historia mejor, hay que escuchar la versión de todas las partes. Por eso es interesante y enriquecedor prestar oído a todas esas voces, porque aunque estemos o no de acuerdo con ellas, nos ofrecen una radiografía impagable de la sociedad en la que vivimos.

Si aprendiéramos a analizarlas con cabeza, sin entrar al trapo, y dándoles el valor relativo que en realidad tienen, nos ayudarían a ponernos en la piel de esos otros y entender qué les mueve. Porque nos brindan la oportunidad de escuchar de primera mano sus reacciones más viscerales y sus impresiones, a veces ‘in situ’, sin edición, ni cortes, y eso tiene un valor incuestionable.

Generan, además, un equilibrio maravilloso, porque no hay polémica ni tendencia, que no se preste a reacciones enfrentadas. Un yin y un yang, que nos enseña lo mejor y lo peor; la cara y la cruz de los españoles. Que deja patente la existencia de seres burdos, básicos e ignorantes, a cuyas ‘idas de olla’ responden otro tipo de humanos, coherentes, serenos e informados.

Es el problema y la solución en el mismo continente, aunque los contenidos parezcan irreconciliables y opuestos. Lo triste, como sucede con los medios convencionales de información, es que hay pocos lo suficientemente ‘evolucionados’, como para aventurarse a leer ‘hilos’ que no resuenen con sus creencias y puntos de vista.

Una lástima, porque lo que temen que les ‘contagie’, quizás les enseñaría a mirar la realidad desde otro punto de vista. No siempre para necesariamente ‘convertirlos’; también, a veces, para todo los contrario, para reafirmarlos en sus principios, por oposición a las ideas de otros.

Pero en cualquier caso, es una catarsis magnífica que, quién sabe, tal vez sirva para evitar males mayores. Hay gente frustrada y narcisista, que se sentía invisible e ignorada y ahora encuentran una vía de expresión y de escape. Y hasta palmeros, que les bailan el agua. Todos contentos.

*Periodista

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