Opinión | ESCENARIO

Viajar

En cualquier concurso de televisión que tenga premio económico, se le suele preguntar a los concursantes en qué gastarían el dinero ganado, por ejemplo, el de ‘Pasapalabra’, que va ya por más de dos millones de euros. Invariablemente responden, salvo originales excepciones, que en comprar un piso o casa, es decir, un lugar donde vivir, en viajar y en ayudar a la familia. Analizar una respuesta tan repetida daría para más de un libro, empezando por el orden: primero, la vivienda; segundo, abandonarla cuanto antes para conocer otros sitios; y, por último, la familia. Sería interesante investigar quién o quienes se consideran incluidos en la familia, pero, indudablemente, viajar es más importante para la mayoría; y este punto nos abre varios interrogantes más. A dónde, con quién, cuánto tiempo, en qué medio de transporte...

En otro tipo de programas, como los dedicados a la búsqueda de pareja en la tercera edad, los objetivos se diversifican por sexos. Los hombres quieren compañía, una mujer que ponga orden en su casa y que le guste estar en ella... en pocas palabras, lo que toda la vida se ha llamado recogerse. Las mujeres, en cambio, quieren una vida social más intensa, salir a cenar, a bailar y viajar. Es fácil deducir que los hombres ansían recuperar la forma de vida que tenían antes de enviudar o divorciarse, mientras que las mujeres lo que desean es una vida completamente distinta a la que tenían antes. En lo que coinciden hombres y mujeres es en pedir que la futura pareja esté libre de cargas familiares. Aquí también sería interesante averiguar qué entiende cada uno por carga: ¿padres, hijos, nietos? ¿Carga económica? Pero lo de viajar está flotando en el ambiente todo el tiempo que dura la entrevista.

Y luego está la telerrealidad, los programas, tipo ‘Supervivientes’, en los que los concursantes -más o menos famosos- aparte de optar al sustancioso premio final, cobran semanalmente un dineral por participar en la aventura, que desde luego, es para cobrar, porque sufren toda clase de penalidades, humillaciones y privaciones. Aquí la cosa es al revés, ya que empieza con un viaje transoceánico que les traslada a una pequeña isla de Honduras. Este viaje viene a ser un castigo, ya que los concursantes se convierten en seres hambrientos, sucios, desgreñados y desfigurados por las picaduras de insectos exóticos. El premio es que vuelven con veinte o treinta kilos menos.

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